La voz antigua

En barbecho

Vengo del desierto, entre pelusas gigantes y tempestades que sacuden un cuerpo que cada vez se reconoce menos en sí mismo.

Llevo tiempo en otro lado, un lado que es otro, un otro lado que conozco pero que de alguna manera me es ajeno; estuve en éste (en este lado), sea cual sea el lado éste en el que estamos, pero tuve que emigrar, y ahora soy emigrante de mi propio cuerpo y de mi estar.

No escribo, me da vergüenza, al escribir me reconozco y me sé distante, no hay lugar para esconderse cuando se abre la puerta a la escritura, uno mira dentro y se ve, no hay filtros intermedios.

En este otro lado la escritura es un bien escaso, mientras camino avergonzada por las estancias deshabitadas de mi cuerpo veo telarañas y montones de palabras que cansadas de esperar se hicieron polvo en los rincones; pequeñas cáscaras vacías, que abandonadas «nos abandonan», como diría Sinisterra, dejando en su lugar espacios vacíos, pequeñas marcas de aquello que pudo ser y no fue, de aquello que nunca será; buscamos supervivientes pero la desidia pudo con todo.

Me escondo en el no ser, en este ser cotidiano que nos aleja de todo lo demás; en el no escribir, en el no pensar, en el no sentir; puedes dejar de procesar los estímulos externos y readaptar su nivel de dolor; respirar, comer y dormir como funciones básicas de supervivencia, nivel de vida planta, «fotosíntesis 1 – pensamiento 0», pensar está sobrevalorado, no se contempla el pensamiento porque afecta al nivel de supervivencia y nos desbarata los planes, no pienses, come, duerme, bebe, sé aunque no sepas lo que es.

A veces lo consigues, casi no sientes y eres capaz de seguir adelante pase lo que pase, hay que reconstruir, sigue que tú puedes, te dices y te dicen, pero a veces sientes y el despertar al golpe te deja en estado de shock vibrando a frecuencias olvidadas; las barreras no fueron suficientes, hay que empezar a reconstruir otra vez las murallas que cercarán de nuevo tu cuerpo.

Espera, a lo mejor no todo está perdido, siempre queda una esperanza.

Has tomado una decisión: «Estás en Barbecho».

Has decidido que esa es la palabra, ni supervivencia, ni precariedad, «Barbecho», en el barbecho la tierra respira y se prepara para cobijar la vida de nuevo, recuerdas cómo tu padre trabajaba la tierra y cómo cuando labraba y la dejaba abierta te decía que así respiraba para poder plantar de nuevo; has decidido que eso es lo que vas a hacer, que eso es lo que estás haciendo, que en este «ser» planta algún día volverá la vida, que el estado creativo no es solo un estado de conciencia sino que tiene consecuencias y que ésta es una de ellas, un estado forzado de parada, técnica o no, en la que te encuentras, estado creativo en pausa, o en barbecho como a ti te ha dado en llamarlo.

No te rindes aunque a veces lo parezca, todo tiene un propósito claro, hacer teatro, aunque para hacer teatro haya que dejar de hacer teatro para poder hacerlo de nuevo.

En barbecho, en estado creativo en estado latente, por supervivencia, por precariedad o por deseo expreso de distancia, todavía sin semilla pero la tierra respira.

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