Críticas de espectáculos

Estaciones de Isadora/Hugo Pérez de la Pica

Bailando la libertad

Isadora Duncan (1877- 1927) bailarina americana que a principios del siglo XX revolucionó la danza, tanto por su vida como por su arte, es casi un mito. Rompiendo con la danza clásica Isadora Duncan se inspiró en el modelo griego del coro trágico y en las danzas de las bacantes, buscando la libertad total, la espontaneidad y la naturalidad en la expresión corporal.

Fundadora de varias escuelas de danza en USA, Europa, Rusia, Isadora sentó las bases de la danza moderna con el culto a la belleza, a la harmonía del cuerpo. Expreso su exaltación del cuerpo bailando casi desnuda ocultándose solo con unas telas transparentes.

En su vida, jalonada de aventuras, pasiones amorosas, fracasos, tragedias, desafío siempre las reglas de la moral tradicional.

Sus dos hijos se ahogaron en un accidente cuando el coche que les transportabas cayó en un rio. Ella misma murió también en un accidento de automóvil, estrangulada por su chal de seda que se había enganchado en una rueda.

Su vida tiene algo de la tragedia griega.

En Estaciones de Isadora, Beatriz Argüello y Hugo Pérez de la Pica se inspiran en la vida y el arte de la mítica bailarina trazando en el espectáculo un viaje interior de la protagonista.

Como si ella misma repasara algunos recuerdos de su vida.

Estaciones de Isadora es un poema onírico en el que Beatriz Argüello, fascinante con su potencial coreográfico, exalta la danza, ofreciéndole, como en un ritual, su cuerpo y su alma.

Hugo Pérez de la Pica y Beatriz Argüello alcanzan en Estaciones de Isadora el teatro puro en el sentido de su origen ritual, la fusión perfecta de la palabra, del encantamiento, de la música y de la danza.

La obra ambientada en un espacio onírico, mental, no es un retrato de Isadora y tampoco un recorrido de la vida de la bailarina. Es más bien un cuadro impresionista o un sueño en que afloran sensaciones, sentimientos y emociones, a veces confusos.

Beatriz Argüello carga los breves textos de Hugo Pérez de la Pica de una fuerza física, convirtiéndolos en frases casi musicales con su respiración y las modulaciones e las inflexiones de su voz. Esta energía de la palabra, sus alientos, generan los movimientos, gestos que prolongan las frases, dibujan en el espacio imágenes poéticas fugaces.

No hay ningún realismo en la trama dramática ni en la escenografía. Pocos elementos en el escenario : a la izquierda el piano, protagonista del espectáculo; en el fondo un armario con espejos en las puertas; a la derecha una pequeña tarima con un cajón debajo. El suelo brillante, claro, puede evocar el agua o el aire.

La música acompaña a Isadora en su camino interior que empieza con su rebelión contra la coraza de la danza clásica. Baila La Muerte del cisne de Saint Saëns con el tutu con plumas, con una técnica impecable y una infinita gracia de movimientos de brazos y de manos. Después se despoja de las zapatillas de ballet, del tutu, lo cuelga en el armario y se queda solo con una túnica corta de estilo griego y con los pies desnudos. Se lava la cara quitándose el maquillaje con el agua del cajón, como en un ritual de purificación, de renacimiento.

El agua es un elemento simbolico y dramático en el viaje interior de Isadora que evoca también la muerte trágica de sus hijos.

La música de Chopin, de Stravinski, de Scriabin marca los momentos esenciales de la vida de Isadora. Su baile, sus movimientos esculturales evocan las figuras griegas animadas, expresando su pasión, su determinación, su dolor, su fe indestructible en el ideal.

La luz, con un gran sentido pictórico, destaca algunos movimientos, matiza las imágenes, crea las ambientes.

En algunas secuencias sin música y sin palabra, solo los movimientos y el silencio hablan, como las últimas expresiones del sufrimiento.

En el final Isadora aparece con un largo vestido rojo, se sienta junto al armario, se levanta y baila con movimientos largos, desplegando los brazos como si echara a volar.

Un espectáculo inclasificable, poesía pura, himno a la libertad y al arte.

Irène Sadowska

Estaciones de Isadora de Hugo Pérez de la Pica – Dirección. Beatriz Argüello y Hugo Pérez de la Pica – Con Beatriz Argüello  – Piano: Mikhail Studyonov – Coreografía: Helena Berrozpe con la colaboración de Daniel Abreu – Espacio escénico: Beatriz Argüello y Hugo Pérez de la Pica; Figurinista: Rosa García Andújar – Iluminación Miguel Pérez Muñoz – Espacio sonoro: Mikhail Studyonov – Del 1 al 20 de noviembre 2016 – En el Teatro Español de Madrid, sala Margarita Xirgu

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