Negro & negro

Homenaje a La Zaranda

Ya son treinta y seis años desde que La Zaranda emprendiera su andadura teatral. En los años ochenta habían recorrido la mitad de Latinoamérica: Colombia, Uruguay, Argentina, Méjico, Venezuela…y Estados Unidos. También pasaron los Pirineos y visitaron Francia, Alemania, Italia… En los noventa recorrieron también todo Centroamérica y continuaban dando largas giras, no exentas de intensas vivencias teatrales y experiencias personales que han ido retro-alimentando su espíritu creativo. Realmente es difícil entender a La Zaranda si no se la vincula con Latinoamérica. Todavía recuerdo como en una tasca de Huertas en Madrid, Paco fue el primero que me regaló unas claves para comenzar a entender América. Siempre me guió su experiencia. ¡Gracias Paco!.

Espectáculo tras espectáculo La zaranda ha conseguido un gran prestigio internacional. Y contrataciones. Su forma de entender el teatro, su personalidad arrolladora, el compromiso existencial y esa capacidad de universalizar a partir de sus raíces tradicionales, desde ese Jerez, palpito de la Andalucía profunda han hecho de La Zaranda una marca única. Posiblemente irrepetible.

Lejos de estereotipos, el teatro de La Zaranda desecha lo superfluo y lo inservible y defiende lo esencial creando una poética teatral con señas de identidad. Han creado un lenguaje propio, que siempre intenta evocar a la memoria e invitar a la reflexión.

La Zaranda no hace concesiones en su teatro, huye de un teatro falso, muerto. Huye de las vanguardias políticamente correctas. La Zaranda se aburre en la autocomplacencia y grita con su teatro y dice en su teatro con sutileza pero con rotundidad que para salir de la mediocridad, lo único que nos queda es la trascendencia.

El Teatro Victoria Eugenia homenajea a La Zaranda y presenta en dos sesiones los últimos espectáculos de la compañía: Nadie lo quiere creer (La Patria de los espectros) y El régimen del pienso.

En Nadie lo quiere creer (La Patria de los espectros), la compañía presenta unos personajes sin fe a los que solo les queda el afán de sobrevivir. Personajes desmembrados y consumidos por enfermizas pasiones, enfrentados siempre por el pasado, apenas unas sombras, figurantes en un sainete espectral de consabido argumento: la impotencia conspirado contra la esperanza siempre. Personajes desesperados, caricaturas de una realidad palpable. Imaginaciones, espectros creados con alma ruin teñidos de un humor que da más profundidad aún a su tragedia particular. Un mundo sin salida, ni esperanza, unas vidas con fecha de caducidad.

Mantiene La Zaranda sus señas de identidad más clásicas. Siguen buscando una poética sorprendente sin perder la cotidianidad. El uso simbólico de unos objetos básicos, exprimidos visualmente hasta los límites de una puesta en escena austera y minimalista.

La transición hacia El Régimen del pienso es muy significativa. Hay una evolución en este montaje. Lo escribo sin valoraciones. Tiene notables diferencias con el anterior. Ni mejor, ni peor…lo que denota es que La Zaranda está más viva que nunca. Con una trama tan sencilla como una epidemia en las pocilgas. Los trabajadores de la industria porcina se ven afectados. Con la bajada de ventas, comienzan los despidos de personal. Muchos dicen que quizás sea el mejor trabajo de La Zaranda. No voy a entrar en eso, quizás es el mejor porque es el último. Donde si entro es en decir, que La Zaranda está más viva que nunca. Cuando más se necesita un teatro de denuncia, un teatro político, un teatro comprometido es cuando mejor se desenvuelve la compañía. Los personajes límite que presenta la compañía, desgraciadamente nos hacen dudar entre el drama y la vida. La utilización de los objetos inservibles se convierte en una metáfora de los tiempos en los que vivimos donde los objetos son inservibles, los hombres son tratados como cerdos, donde la empresa y el sistema están por encima de las personas. ¿Por qué no Pienso?, ¿por qué quieren comprarnos con pienso, adoctrinarnos? o ¿con un no Pienso?. El Régimen del pienso, autopsia de una sociedad muerta, de un sistema democrático de despachos laberínticos. Metáfora kafkiana de un juego que ya ha terminado, de unos personajes que ya se han quitado la careta. Matarifes elegidos por un sistema inhumano donde los hombres son igual que los cerdos, dónde se equipara el pienso al Pienso. Se confunde el enemigo, se lucha por el pienso, con el único horizonte de un horario rutinario y vacío, sin saber que una muerte indolora es lo único que espera en el horizonte.

Los aficionados y el público en general pudieron disfrutar de dos muestras distintas de la dramaturgia de La Zaranda en dos noches mágicas de puro teatro.

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