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Más allá de la danza. Cuaderno d’ Avignon

El movimiento corporal y la danza son un extensión del pensamiento, igual que la palabra, no sólo en su dimensión y cualidad fónica, lo es del cuerpo. Pensamos con el cuerpo porque vivimos con él y en él.

Las experiencias sensibles de mayor calado son aquellas que inundan todos nuestros sentidos, aquellas que los envuelven e involucran. En esta dirección, la danza contemporánea, abandonando los clichés del mero exhibicionismo virtuoso, abraza nuestros sentidos y nos transporta a otros pensamientos que amplían y enriquecen el nuestro. Así, aquello de que cada persona es un mundo, rueda, se abre y expande, diluyendo límites y fronteras sin quebrantar las singularidades.

En el pasado 67 Festival d’Avignon, una vez más, tuve oportunidad de gozar de esa dimensión mental y sensorial con el trabajo sobrecogedor y arrebatado del coreógrafo congolés DELAVALLET BIDIEFONO y la Compagnie Baninga, en su espectáculo «AU-DELÀ», y desde un lugar totalmente distinto, desde la matemática emocional, con la «PARTITA 2» de la bailarina y coreógrafa belga ANNE TERESA DE KEERSMAEKER y el también coreógrafo y bailarín francés BORIS CHARMATZ.

«AU-DELÀ» de DeLaVallet Bidiefono (Cloître des Célestins. 19/07/13) utiliza textos del actor, dramaturgo y director congolés Dieudonné Niangouna (artista asociado al 67 Festival d’Avignon).

La danza como arma contra la muerte y las catástrofes, para quien las tiene tan cerca, como es el caso de esta compañía de Brazzaville, compuesta de bailarinas y bailarines que han vivido la reciente guerra civil y siguen testimoniando continuos episodios de hambre o percances desoladores, como el accidente de un avión-cargo que causó la muerte de más de treinta personas en noviembre de este año, o la explosión de un depósito de munición en pleno centro de Brazzaville, que tuvo lugar el 4 de marzo de 2012, o el derrumbe del techo de un mercado en 2011.

En la gestualidad y en el movimiento se llega al trance en el que la danza se vuelve pura energía y vibración física. El más allá de la muerte es una celebración en la que se mezcla el dolor, que aquí tiene el rictus de la rabia, y la alegría, con una sonrisa de dientes blancos que parece gritar, en contraste con el ébano de la piel de los bailarines. La risa agita los cuerpos hasta la convulsión, el dolor los transforma en guerreros.

DeLaVallet Bidiefono dice: «Aunque los caminos que conducen a la muerte son particularmente terribles en el Congo, yo veo en la muerte una gran poesía. La muerte no solo está presente cuando sobreviene, sino también a través de los velatorios que se organizan para los difuntos. El duelo dura una semana, los allegados hacen fiesta, ríen al mismo tiempo que lloran. En el Congo, honramos más a los muertos que a los vivos, sobre este aspecto es sobre lo que yo quería trabajar. […] Los seis bailarines que me rodean son de Brazzaville donde nos formamos juntos. Todos han vivido la guerra. Durante el proceso de creación, cada uno ha compartido con el grupo sus experiencias propias. A partir de lo vivido, hemos trabajado mucho sobre el modo de la improvisación, tomando nuestras historias como apoyo…»

Hacía mucho tiempo que no asistía a una ovación ininterrumpida y larguísima. «AU-DELÀ» tiene momentos de éxtasis plástica, musical y emocional, generada por una coreografía y una actuación excepcionales. La aproximación al más allá se materializa a través del canal del cuerpo, de la música en directo, abundante en percusión y bajo eléctrico, rebasando, por veces, los límites de la eufonía para desbocarse en la estridencia más ensordecedoramente taumatúrgica, acompañada de juegos vocales igualmente prodigiosos de los propios danzantes y del cantor Athaya, un Tom Waits congolés. Una voz, en algunos momentos, de ultratumba que parece convertir los textos impactantes de Niangouna en hechizos.

La muerte, así invocada y danzada, no solo es dionisíaca sino también política y vivificadora, porque cada movimiento del cuerpo o de la voz desvela un movimiento del ánima impetuoso, necesario y urgente.

De signo bien distinto es «PARTITA 2» de ANNE TERESA DE KEERSMAEKER y BORIS CHARMATZ (Cour d’Honneur du Palais des Papes. 24/07/13) con música de Johann Sebastian Bach, interpretada al violín por Amandine Beyer.

Escuchar la danza y ver la música, nos decía Anne Teresa en la conversación con el público, partiendo de un grado cero, tanto desde el movimiento: la danza surge de la marcha, del caminar, como desde el vestuario: la ropa común, propia de Anne Teresa y Boris, sin que el vestido cree una barrera o una pose especial.

El pensamiento complejo polifónico que Bach introduce en la Partita Nº 2 para violín se libera y supera su dificultad apoyándose en el movimiento, según reconoce Amandine Beyer.

1º) Solo de violín en la oscuridad infinita de la Cour d’Honneur du Palais des Papes, hasta que entramos en la estructura musical de la Partita Nº 2 de Bach. Amandine Beyer en la penumbra, desde el proscenio, nos sumerge en el bucle sonoro.

2º) Anne Teresa y Boris danzan en el silencio y en la penumbra, hasta que entramos en la estructura depurada del movimiento.

Hay una puerta estrecha de luz contra el muro de fondo del escenario de la Cour d’Honneur. Esa puerta de luz va a ir, muy lentamente, desplazándose por el muro del fondo hasta el lateral. La iluminación mide el tiempo midiendo el espacio, que es el sentido de la música.

El movimiento de la luz como algo implacable, que no va ni con la música ni con la danza, igual que si se tratase de la luz del sol que evoluciona a través de una ventana. Como una puerta de luz que se va abriendo y después se cierra al final del espectáculo, de izquierda a derecha.

3º) Sube la intensidad lumínica en el escenario. Violín y danza se ciñen. Profusión de carreras y giros. Pequeños gestos y miradas simultáneas al cielo estrellado que puntúan la coreografía. Un vocabulario físico ligado de manera implícita al amor.

Carreras en círculo.

Hay una geometría subyacente. Tres círculos conectados trazados en el suelo que crean una continuidad y permiten diseñar los trayectos. Algún homenaje a Trisha Brown, más evidente cuando Anne Teresa desafía la gravedad marchando por el muro. Ahí el trabajo sobre el eje vertical del caminar se invierte hacia el eje horizontal desplazado del suelo al aire.

Saltos. Caídas…

Elevaciones que nos llevan consigo.

«PARTITA 2» de Keersmaeker y Charmatz trasciende la sencillez arquitectónica de los recorridos, de la marcha que se vuelve danza, y trasciende la complejidad polifónica de Bach, para extasiarnos.

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