Y no es coña

Sonrisas y lágrimas

El señor Eduardo Bautista, jefe ejecutivo de la Sociedad General de Autores y Editores, confiesa que gana doscientos cincuenta mil euros al año, y que cuando se jubile, recibirá el sesenta por ciento de esa cantidad, más, se imagina uno, lo que le corresponda por sus cotizaciones, y más lo que haya ahorrado en un plan de jubilación privado. De entrada, los sueldos de ciertos cargos, me parecen indecentes. Pero cuando explica el señor Bautista las motivaciones para llegar a esas cantidades, que cuando entró cobraba trescientos euros, y que fue subiendo sus emolumentos según iban creciendo los ingresos por recaudación de la SGAE, es cuando entendemos de manera meridiana las motivaciones por las que la marca más desprestigiada en el Estado español a nivel popular sea la SGAE: el ánimo de lucro, la ambición desmesurada de su directivo máximo y, se supone, todo el equipo que le rodea. No hay más motivación que la crematística. Y, lo que es peor de todo, no sé si alguien se ha puesto a pensar sobre lo que cobran los autores a los que estos señores representan. Dicho en corto, ¿cuántos autores, compositores, ganan esa cantidad al año por derechos? ¿No es una situación insostenible o al menos paradójica?

Como miembro sin voto, claro está, de esa sociedad de gestión con unos estatutos muy poco democráticos en los que no existe el principio igualatorio de un hombre un voto, sino una cantidad de euros ingresados, un voto, y no es broma, me encanta que además de conocer este sueldo del presidente, se nos quiera vender la moto de que se va a hacer una campaña para variar la tendencia de repulsa social a su gestión. Para decirlo en términos sencillos: un lavado de cara. Y es que es muy necesario, pero ese lavado se debe hacer con el jabón de la claridad, con el agua cristalina de las cuentas sobre la mesa sin subterfugios, y con una acción política que no puede retrasarse mucho más: la libertad para que cualquiera pueda gestionar los derechos de cualquiera.

Es decir, estos que cobran tanto, con sueldos no capitalistas, sino sueldos de los conspicuos representantes del capitalismo más salvaje y bancario, deberían propiciar la libertad de creación de sociedades, que cualquiera vaya, funde una sociedad, una oficina, una agencia, la inscriba en un registro y empiece a trabajar como en otra actividad más y no como hasta ahora, que se necesita una concesión administrativa, lo que significa que solamente tienen autorización los que administrativamente, que se pude traducir por políticamente, sean convenientes. Y al señor Bautista, con el debido respeto le pediría un poco de humildad, que sé que es muy difícil tenerla cuando se cobra como un controlador aéreo, pero no diga que cobra menos que otros en su cargo en otros lugares. También cobro yo bastante menos que mis pares en Alemania, o los fontaneros castellanos que los fontaneros franceses. Un poco menos de demagogia y si quiere recuperar el prestigio que en su momento tuvo la SGAE, empiece por ponerse del lado de todos los creadores y no de unos cuantos. Yo le escucho y le leo con mucha atención, y estoy de acuerdo en un porcentaje muy alto de lo que dice, pero cuando veo lo que hace y cómo lo hace, y a qué precio, me parece que usted tiene un problema de disfunción ideológica. O quizás no, tendremos que dar por bueno que uno no es lo que dice que es, sino lo que hace. Y lo que cobra.

Pero empecemos por el principio, hagamos pedagogía sobre la creación, los derechos, la propiedad intelectual, etcétera, pero sin meterlo todo en un cóctel demagógico y absolutista. No es lo mismo el derecho que la imposición. Y un canon que se reparte de manera oscura y con criterios, a mi entender, muy poco democráticos, o todas las presiones con leyes poco democráticas, no tiene absolutamente nada que ver con la defensa de los autores, sino, me temo, que la del sueldo de los directivos que gestionan la sociedad de gestión.

Ojalá me equivoque. Ojalá aprendamos con datos, ejemplos, verdades, de qué estamos hablando y de qué protestamos. Pero en estos momentos, mientras escribo estas líneas, se escuchan ruidos de pacto entre los dos partidos mayoritarios para resucitar la ley Sinde en el Senado. Una mala noticia. Aquí casi nunca hay tiempo para las sonrisas porque nos empujan con demasiada frecuencia a las lágrimas.

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