Y no es coña

¿Quién está de ronda?

En Euskadi, el que está de ronda, paga, sea cuál sea el número de integrantes de la cuadrilla y tomen lo que sea. Se dice solemnemente: “estoy de ronda” y se acabó la discusión. Conviviendo tantos años con todos los gremios de la nómina de las Artes Escénicas, uno ha ido asumiendo que cuando está de ronda paga, y lo hace con sus fondos personales, pero cuando están de ronda los otros, piden factura y lo adhieren a los gastos de sus entidades. Yo confieso: he sido cómplice activo de gastos de “difícil justificación”, hechos con un mantra diabólico: “te invito que paga el ayuntamiento”. O póngase la institución pública que se quiera.

Las comidas a cuenta de los presupuestos públicos han sido un ejercicio excesivamente practicado. No negaré que hay momentos en los que se deben organizar estas comidas y que forman parte del entramado de relaciones institucionales, de comunicación o de cooperación. El abuso reiterado de ellas es una manera de corrupción consentida. Yo confieso: he estado varios días comiendo a cuenta de un ayuntamiento con el titular de la tarjeta y su esposa. Me he callado, soy cómplice. También habré servido de coartada. He asistido reiteradamente a almuerzos, cenas, saraos en los que he ido de gorra y que esos gastos han ido a cuenta de instituciones públicas y los que hemos participado de esas prebendas no éramos para nada rentables para la institución.

Con el tiempo uno comprende. Si vas con dietas de una institución, más los gastos de transporte y manutención pagados por otra, el hotel a cuenta de la organización del evento, el ir a un festival o a una feria es un chollo. Es una manera de que tu sueldo, excelente las más de las veces, vaya casi íntegramente a la inversión y el día a día sea pagado por las instituciones. Hay restaurantes cercanos a unidades de producción, teatros, departamentos de cultura en los que existe una cuenta abierta que se utiliza normalmente por el titular de la dirección y algunos más, amigos, conocidos, amantes o, en ocasiones, invitados que han llegado a realizar alguna gestión y que entonces, solamente entonces, tiene alguna justificación este gasto.

Es más, hay una tendencia entre los dueños de empresas de hostelería que trabajan para estas instituciones en subir el precio de las comidas, aunque sea con pactos previos y siempre se utiliza como justificación: “pero si paga el ayuntamiento”. No, no paga el ayuntamiento, pagan los ciudadanos, todos los ciudadanos que pagan impuestos, por lo tanto el dinero público, es el que debe cuidarse con mayor empeño. No paga el concejal, ni el director de un teatro, ni el alcalde, pagan todos los ciudadanos que han confiado al gestión a sus electos y que estos  ceden momentáneamente la ejecución a sus técnicos seleccionados por oposición o por elección directa. Esta obviedad hay que repetirla porque se olvida con una facilidad pasmosa. Los teatros son públicos, los ayuntamientos tienen unos fondos provenientes de los impuestos directos o indirectos, la gestión debe ser democrática y transparente, y los gastos de representación deben ser escrutados con detenimiento por los estamentos de control correspondientes tan celosos en otras ocasiones.

Yo confieso: he sido invitado excesivas veces por el simple hecho de pertenecer al mundo de la comunicación, por dirigir una revista especializada, este periódico digital, ejercer de crítico desde hace veintiocho años. No lo he sentido casi nunca como soborno, ni como intento de soborno, pero sí que se siente una especie de incertidumbre. La excesiva cercanía, el compadreo, esa falsa amistad se convierte en una coacción de baja intensidad que acaba minando la libertad. Hay que convivir, relacionarse, transmitirse conocimientos, entablar estadios de colaboración, pero con los dineros públicos hay que ser cuidadosos, y si uno bebe normalmente un vino de crianza como máximo cuando paga él, no debe beberse el triple y de reserva porque “paga el ayuntamiento”. Yo animo a todos a mantener una postura ética ante estas cuestiones, a pagarse cada uno lo que consume, a denunciar los casos, que todos conocemos, de quienes ostentando titularidad de instituciones públicas hacen mal uso de sus atribuciones y se gastan el dinero de todos para sus relaciones personales o incluso para sus relaciones aparentemente públicas, es decir, para comprar voluntades, votos o para que se contraten los espectáculos de su primo, su marido o su amigo del alma. La complicidad que hayamos mantenido no nos debe impedir la denuncia o, cuando menos, el no seguir manteniendo esta situación.

Y algo muy importante: en Euskadi se detecta muy rápidamente a los que siempre cuando les toca pagar la ronda les entra un repentino apretón que deben irse al lavabo, o les llaman y salen corriendo a una cita olvidada. Quisiera pagar mi ronda con el dinero que gano, junto a quien me de la gana y que cuando alguien pague su ronda sea igual, con su dinero, no pidiendo factura para que “pague el ayuntamiento”. Y si comemos todos, y se paga a escote, que nadie se quede con la factura para cobrarla entera de su institución. Como se ve, un mínimo de juego limpio. Ya sé, acabo de estigmatizarme. Me condenarán casi todos, me excluirán para que no denuncie y comeré solo a partir de ahora, pero comeré lo que dé la gana, lo pagaré yo e invitaré a quien me plazca y me dejaré invitar por quien lo haga también con su dinero. Salud.

 

 

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