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Dansa València, celebración y fantasía

En el Mensaje del Día Internacional de la Danza 2023, la bailarina y coreógrafa china Yang Liping, nos recuerda que este arte es la lengua más primitiva, autóctona, nacional y, a la vez, internacional. Nos habla de su inspiración en la naturaleza y en el ecosistema cultural del que forma parte. Se refiere a la tradición como raíz y fuente de crecimiento y proyección hacia el futuro, como tesoro que aporta al mundo diversidad.

De infinitas maneras podemos observar actualmente esa tendencia a recuperar y rehabitar, desde una sensibilidad contemporánea, bailes tradicionales sacándolos de la repetición historicista y de sus corsés meramente formales y festivos. La danza contemporánea es omnívora y desbordante en su flexibilidad estilística y en su capacidad para crear movimiento, incluso cuando se inspira o recoge pasos y coreografías de una tradición cultural determinada o del repertorio de la historia de la danza.

Dansa València 2023, en su eclecticismo, puso un acento especial en esa tendencia, como intenté describir brevemente en el artículo anterior, titulado “Dansa València, intensidad de raíz”.

En los días que estuve por Dansa València, hubo, además de las ya citadas en el artículo anterior, por lo menos, otras dos experiencias que sacudieron enérgicamente formas heredadas.

La compañía Mucha Muchacha presentó ‘Para cuatro jinetes’ en La Mutant el 20 de abril, en una explosión festiva, desenfadada y atrevida de bailes folklóricos. Entre la actitud desafiante y guerrera de la “Haka” maorí, que ya les había visto en la parte coreográfica de ‘Renacimiento’ (2020) de la compañía teatral La Tristura, con la que colaboran, hasta la actitud de alegría de las muiñeiras, jotas, fandangos, sardanas, “ball de bot” baleárico, etc., pasando por el simulacro de un programa de radio. Escena en la que recrean una divertida historia sobre la visita de John Lennon y Yoko Ono a Mallorca en los 70, para recuperar a la hija de ésta, Kyoko. La ficción conecta a la abuela de Belén Martí Lluch, una de las directoras, bailarinas y coreógrafas de Mucha Muchacha, con John Lennon, porque la abuela de Belén cantaba el típico “cant redoblat” de la isla y eso atraía enormemente al músico. Ficción que, además, les adjudica una relación muy próxima, quizás íntima, de la que podrían derivar varias filiaciones. Una broma escénica que le saca todo el partido a la rocambolesca historia del secuestro de Kyoko por parte de su madre Yoko Ono y de John Lennon, en conexión con la tradición del “cant redoblat” mallorquín. Un humor de sutil irreverencia con el mito de Lennon, paralelo a la irreverencia fresca y celebratoria con la que sacuden los palos de bailes tradicionales.

Fue apoteósico el arranque, cuando, semidesnudas, se juntaron en grupo, de espaldas al público, e hicieron percusión entrechocando sus nalgas y brazos, zapateando, al ritmo de la música folklórica.

Mucha Muchacha desempolvan el folklore con humor y recuperan su fuerza ancestral, su frenesí dionisíaco, con una fisicalidad celebratoria.

En el Paseo Marítimo de Valencia, con la playa de fondo, el 22 de abril, el colectivo Laimperfecta, formado por Clara Pampyn y Alberto Alonso, presentaron ‘Sudar folkore’. En un espacio abierto y liminar, entre el mar y la urbe, consiguieron concentrar y atraer la atención de paseantes, público playero y, por supuesto, del público del festival.

Esa encrucijada entre bailar música electrónica y el folklore abre el espacio a una geometría repetitiva de fuerza centrípeta y absorbente. Hay una especie de crescendo y de progresión que va desde lo tímido, el movimiento sencillo, sin alardes de dificultad, hasta una euforia que se agarra al ímpetu arrebatador de la música cañera y a ese darlo todo en el baile, en comunión grupal. El clímax apunta al despendole, en el que la coreografía se desparrama, el Paseo Marítimo se convierte en una discoteca al aire libre y la pieza en una danza social.

Lo folklórico y los bailes tradicionales parecen dibujar pasos y trayectorias de fantasía, en su excepcionalidad respecto a la economía de los movimientos cotidianos y la gestualidad práctica del día a día.

Ese movimiento fantástico o extra-ordinario, que viene de muy lejos en el tiempo, puede entroncar con esa puerta que, como baila y coreografía Daniel Abreu en ‘Dalet (da)’, el artista debe atravesar, para pasar de la aparente nada, del folio en blanco, a la obra dancística.

El 20 de abril, en el escenario del Teatre El Musical, el contorno metálico plateado de una puerta, que se alarga y se deforma como en una escultura de líneas y ángulos, se entrelaza con la luz, la música y una coreografía de una estilización muy estética y tendencia onírica. Seis hombres, entre ellos el propio coreógrafo, bailan en combinaciones que alternan el grupo, con dúos, tríos y algún solo. La teatralidad, más que en el movimiento propio de cada cuerpo, está en las distribuciones y desplazamientos en el escenario, así como en las relaciones que establecen. También surge en esas figuras fantásticas que, como alegorías de la creación artística, entran en el escenario, observan, y se van. Apariciones que vienen del otro lado, del de la imaginación, del de los sueños. Figuras con reminiscencias atávicas, como los personajes de algunos carnavales antiguos o de ritos relacionados con la primavera.

Daniel Abreu parece asociarle a la creación coreográfica ese halo del mito de la creación artística, vinculado con un lugar mágico en el que rige la ley de la belleza. Un lugar en el que la masculinidad, representada por los seis bailarines, con algún desnudo y con el vestuario general, de pantalones, camisas y polos de colores oscuros, no es la del fútbol. Una masculinidad que se matiza, se vuelve vulnerable, y su mayor fuerza es la de parir o dar a luz arte a través del cuerpo culto (cultivado en el rito de la danza).

La plástica, la pintura, la instalación podrían ser canales de conexión con la composición coreográfica. Y en ese universo artificial, el humor como cierne de lo humano.

Mar García y Javi Soler, en ‘Nicolasito Pertusato’ bailan y cantan lo que bien podría ser una sorprendente parodia de una escena que juega a reproducir, desde la fantasía, a Velázquez en el proceso de pintar Las Meninas. Alusiones claras a la obra pictórica en los fragmentos del cuadro estampados en sus camisetas blancas, en el bigote y la pose de los dos bailarines. También en algunos gestos pantomímicos de quien maneja un pincel sobre un lienzo, igual que podría ser una batuta para conducir el tiempo y el canto de una coral, que se camufla en la grada de la Sala Matilde Salvador de la Universitat de València, donde pudimos disfrutar de esta propuesta el 22 de abril.

‘Nicolasito Pertusato’ tiene una escenografía de paredes blancas que permiten entradas y salidas en dinámica de comedia. También en la actuación, muy ritmada a nivel gestual, existe ese tono de comedia, como un guiño pillo compartido con el público.

El mismo 22 de abril, en la caja escénica del Teatre Principal de Valencia, volví a flipar con el “hammam” en el que nos mete Societat Doctor Alonso, creación y dirección de Tomás Aragay y Sofía Asencio. El festival Dansa València se sale aquí de la tendencia a buscar la dramaturgia o la danza explícita y reconocible de los cuerpos, para encontrarse con la fascinación “hammamtúrgica” de la danza de los dispositivos plásticos en ‘Hammamturgia’.
Fue la segunda vez que vi este “espectáculo”, entre comillas. La primera fue hace un año en el festival Escenas do Cambio de la Cidade da Cultura de Galicia y aún lo he disfrutado más en esta segunda oportunidad. Quizás porque sabía, un poco, lo que iba a ver y, entonces, ya no le pedí nada y me relajé como si estuviese en un baño árabe, en un “hammam”.

El cuarteto formado por Sofia Asencio, Beatriz Lobo, Ana Cortés y Kidows Kim entran y sacan enormes plásticos, con los que trabajan plegando, desplegando, expandiendo, activando. Todos los movimientos derivados de esa gestualidad práctica se convierten en una danza concentrada en la atención a la modificación del espacio del que formamos parte.

Las luces y el sonido colaboran en efectos que hacen de lo material real pura magia. La atención a los dispositivos, a su dinámica de movimiento y al proceso o desarrollo que experimentan, nos llevan a una recepción contemplativa muy placentera, que nos saca de nuestro lugar habitual de recepción y pensamiento.

Además, esa contemplación se va puntuando con un humor muy sutil, descontextualizado y un poco loco. Por ejemplo, cuando entra la viguesa Beatriz Lobo tocando una gaita negra, que suena como un bebé que ella arrulla entre sus brazos, o cuando esta misma artista se pone a dibujar la maraña abstracta de plásticos que hacen una montaña en una de las puertas del “hammam”. Mientras las pinceladas suenan musicales, el resto del grupo observa la obra en proceso de la dibujante con mucho interés, para después generar una ola de plástico que la traga, la oculta y la descubre.

Momentos de mucha ambigüedad que se prestan, como un poema, a diferentes lecturas, como cuando Sofia Asencio está tumbada en el centro y es atravesada por una corriente de plástico que no parece tener fin. O la figura grotesca de Kidows Kim relleno de plástico. Más allá de las interpretaciones, o más acá, está la sorpresa, la fascinación, el humor singularísimo y una belleza inesperada.

La fantasía también floreció en la Plaça del Mercat con ‘Honest’ de la Cía. Kiko López. El título hace honor al trabajo, por su aparente sencillez, su movimiento bello sin exhibicionismos y la manera de bailar y manipular un objeto, que parecía una lámpara y que se acabó convirtiendo en una máscara.
De una manera fluida, quitando y poniendo algunas piezas de ropa, y con ese objeto-máscara, por momentos, parecía que estábamos ante un androide o un ser fantástico de otro planeta. La danza hibridándose con el teatro físico y con el espacio urbano, transformándolo en lugar de encantamiento.

Y ya, para acabar, el culmen de la fantasía en la pieza de ciencia ficción para público familiar, titulada ‘Perseverance’ de la Cía. Marroch, que vimos el 23 de abril en la Nau Ribes. Astronautas, nave espacial, terrícolas, seres de otro planeta e incluso un robot, activados por un cuarteto de bailarinas prodigiosas, Diana Huertas, María Palazón, Marie Pastorelli y Melodía García, con la dirección y coreografía de Salvador Rocher. Calidad dancística y escenas muy lúdicas, sin caer en el infantilismo para nada. Una pieza sobre valores ecológicos y éticos que maravilló a público de todas las edades.

Así fueron esos días de “vida resssonant” (vida resonante) en el XXXVI festival Dansa València, lugar de encuentro entre artistas, programadoras/es y gestores de artes escénicas y públicos.

Otros artículos relacionados:

“Dansa València, intensidad de raíz”, publicado el 24 de abril de 2023.

“Escenas do Cambio 22 y la performance en Galicia”, publicado el 30 de mayo de 2022 (incluye ‘Hammamturgia’ de Societat Doctor Alonso).

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