El giro hermenéutico

Antonio Gades o la revolución a escena

Se cumplen 75 años del nacimiento de un genio y figura del arte español del siglo XX. Las aportaciones que re-aliza Gades a la Danza Española así como la renovación e introducción de ciertas innovaciones en el concepto de espectáculo escénico merece el análisis y reflexión de nuestra comunidad cultural. Gades dio a la Danza Española el carácter universal que ya maestros como José Granero o Pilar López venían ensayando; combinó las disciplinas del Flamenco, el Clásico Español, el Folklore, con elementos del Ballet, la Escuela Bolera y Castañuelas. Bodas de sangre y Suite Flamenca, Carmen, El amor brujo y Fuenteovejuna forman ya parte del repertorio de nuestra danza que hunde raíces en costumbres y tradiciones de nuestros pueblos, al tiempo que expresan un lenguaje escénico universal que se transmite en cualquier lugar del mundo. Paradojas de nuestro país, el que Antonio estrenase siempre fuera de España; paradoja, que su espectáculo escénico Amor brujo, no se haya visto en España -sí la película-, y así, la Compañía Antonio Gades, quiera recuperar este espectáculo para incorporarlo a su repertorio, un repertorio que forma parte del patrimonio cultural de nuestro país.

El legado de Gades concentra en torno a su 75 cumpleaños, el reconocimiento y tributo que el Teatro Real de Madrid rinde a la creación artística de este maestro, con un amplio proyecto de actividades, como los Diálogos, -encuentros comentando el visionado de la trilogía Gades (Bodas de sangre, Carmen y Fuenteovejuna)- con personalidades de la danza como José Antonio Ruíz, Rosalía Gómez, Ana González, Stella Arauzo, Elvira Andrés o Manuel Segovia y el proyecto pedagógico «Movimientos: de la punta al tacón», además de las puestas en escena de Bodas de sangre-Suite Flamenca, Carmen y Fuenteovejuna, en el mes de mayo. La exposi-ción «Viento del pueblo», de Antoni Miró recorre a través de 24 obras digitales, su figura y obra, incluyendo algunos tesoros documentales de la Fundación Antonio Gades.

 

Antonio Gades nació en Elda (Alicante), en el seno de una familia obrera, el 14 de noviembre del año que cambiaría el rumbo de la historia de España: 1936. Su padre no pudo estar presente, pues se encontraba luchando en el ejército republicano. Se crió, por tanto, en plena guerra civil y creció en la dura posguerra. Estos antecedentes marcaron, además de sus fuertes convicciones políticas, su ética y su arte. De ahí su frase: «Llegué al baile empujado por el hambre». Fue una esponja que recogió todo cuanto se le ofrecía, absorbiendo y transformando pulsiones y amores, ideas, sugerencias y cuanto sus iguales, -en el más puro sentido de justicia- imaginaron en el universo del arte. Amigo de Picasso, Miró, Carlos Saura, Antonio López, Alicia Alonso y de músicos como Antonio Solera, Francisco Izquierdo, Felipe Campuzano o Emilio de Diego. Cristina Hoyos, Juan Antonio y José Antonio bailaron junto a él.

 

La presencia de la mujer en las obras de Gades es siempre destacada. En Carmen, Gades revisa la repre-sentación que se había hecho de un personaje incompren-dido en su época por ser mujer emancipada e independi-ente, e interpreta el personaje como un símbolo de la lib-ertad personal, llegando a percibir la identificación de propio Gades con Carmen; en su intención estaba el trans-formar esa imagen estereotipada que la muestran una mu-jer frívola devora hombres. Desde el punto de vista coreográfico, Carmen es una obra en la que Gades ha tra-bajado como intérprete: en 1957, la versión en Verona con la coreografía de su maestra Pilar López; en el 62, la versión de Menotti en el festival de Spoleto; y en el 72, para Carlo Bolognini, en la Scala de Milán. Después conoce la creación que realiza Alberto Alonso (primer marido de Alicia Alonso) con el Ballet Nacional de Cuba, para Maya Plisetskaya y decide montar su visión de la obra, que contará con el trabajo del cineasta Carlos Saura. Introduce como innovación escénica, la música interpretada en directo dentro de la escena.

 

El pueblo es un personaje esencial de lo colectivo en su obra y que además, le permite integrar a todos los intérpretes de su compañía en un trabajo coral que dota a la escena de su maestría en la creación del movimiento escénico. De Fuenteovejuna comenta: «me interesó sobre todo el acto solidario de los perdedores. La solidaridad frente al poder. En estos momentos de feroz individual-ismo, creo que Fuenteovejuna está o debería estar de actualidad». Y Gades dedica la obra, a la memoria de Celia Sánchez Manduley, una figura histórica de referencia en Cuba por su labor social y política.

 

Como coreógrafo, Gades se adelanta a su tiempo al confiar la dramaturgia de escenas de larga duración tan sólo al gesto y a los efectos sonoros. Para Gades, el silencio es un elemento del que hará uso a menudo. En Bodas de sangre juega un papel muy destacado como recurso expresivo de gran impacto. Utiliza el silencio como si de música se tratara: para realzar una escena, centrar la atención o como expresión de una emoción ya sugerida. Pero también para mostrar la danza al desnudo, dejando que ésta exprese por sí misma todo su contenido emocional. La escena de la pelea entre el Novio y Leonardo en Bodas de sangre, coreografía el silencio más locuaz y expresivo de una de las escenas más conmovedoras de nuestras tablas. Introduce el efecto de la congelación fotográfica de enorme potencialidad expresiva.

 

Gades dijo: «Yo creo que el día que un coreógrafo estudie profundamente nuestra cultura será el mejor coreógrafo del momento». Y él estudiaba, se enfrascaba en cada proyecto como si le fuera la vida. Por eso decía: «Mira si soy lento que en 40 años sólo he hecho 4 ballets. No busco la fama, ni éxitos ni nada. Sólo que me gusta hacer las cosas bien, y por eso, cuando me meto en algo, quedo atrapado, lo doy todo, y, claro, lo paso fatal». Por todo ello, colaboradores, bailarines, y cuantos trabajaron con él, afirman que existe un lenguaje, una técnica Gades. La Fundación Antonio Gades con sede en el Teatro García Lorca de Getafe, vela por el legado artístico del maestro; su directora, Eugenia Eiriz, lidera un proyecto «vivo» cuya compañía que dirige Stella Arauzo, trabaja por transmitir la visión poderosa y la mirada de un artesano minucioso, sobrio, inteligente y sabio del arte escénico y nuestra tradición dancística.

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