Y no es coña

Apuntes para el adiós

Como esta máquina no para, se van jubilando personas que hace apenas un pestañeo estaban llegando a sus puestos de responsabilidad en la gestión teatral. Provoca tensión recordar en esta mañana húngara la cantidad de obituarios que hemos tenido que realizar en fechas amontonadas en esta memoria selectiva y restringida que nos va soltando archivos caducados de una manera aleatoria. Alberto García García de los Salmones se va a jubilar en unas semanas de Kultur Leioa. Lleva una vida entera inventándose lugares donde programar, como ese frontón habilitado que era un esfuerzo titánico para los técnicos y un lugar inhóspito para los intérpretes y los públicos. Salones pequeños en institutos, hasta que se construyó Kultur Leioa, la sede del departamento con una sala suficiente para cubrir una programación regular, en un escenario dotado y una platea cómoda para las espectadoras. En el ínterin, un festival del humor y la obra cumbre, la Umore Azoka, algo impensable, una feria en Euskadi de Teatro de calle, en una ciudad no muy apropiada para el género. La palabra Umore es una forma de dar continuidad aquel incipiente festival. Algo guardo en mi memoria sobre la gestación de esta feria. Entre ellas, que su primera edición, la que costó más arrancar, con la maleta preparada para ir a Leioa, tuve que cambiar de ruta y dirigirme a mi Barcelona natal, donde a la semana moriría mi padre. Es decir, no asistí a la epifanía de esta feria. Me ha pasado lo mismo en la que parece ser la última de Alberto, tuve que elegir y me decidí por irme a Budapest a unas Olimpiadas Teatrales que me están sirviendo para ir aprendiendo cosas, confirmando otras y rechazando definitivamente las menos.

Acudo a encuentros, festivales, ferias con la asiduidad que me permiten mis compromisos y lo vengo señalando, existe un cambio generacional evidente, obvio, lógico. Como viejo, encuentro cierta tendencia a la superficialidad, a lo novedoso sin sentido, pero también se incorporan personas que parecen mejor preparadas en ciertos aspectos de la gestión, a que sean conocimientos trasversales que no inciden en lo específico de lo teatral, pero este asunto forma parte de mis plegarias a las diosas de la lucidez y dentro del atavismo de las Ates Escénicas, que no se debe tratar como otra mercancía cultural, sino que es de lo poco que nos salvará de la estulticia general. Hasta ahora y pese a los intentos desesperados de los mercantilistas y oportunistas, el Teatro no llega por Amazon.

Por lo tanto, uno se debe ir preparando para el adiós. Tanto el propio como el de las admiradas personas que han ido compartiendo tiempo histórico, proyectos concretos, desilusiones varias y prejuicios a granel. No hace falta ser muy perspicaz para saber que el edadismo es una metástasis de la concepción neoliberal de la vida y de la cultura. Cuando llegas a unas edades en que casi todo te parece mejorable, cuando ya no esperas absolutamente nada de las instituciones, en esos momentos en los que aunque sigas buscando la felicidad en las salas de teatro, descubriendo viejos, nuevos y futuribles creadores de artes escénicas, sabes que ya te han descontado en las mesas de decisión, en esos lugares donde operan las amistades peligrosas, los intereses mercantiles, la incapacidad intelectual disfrazada con eslóganes, los clanes, las familias, mantener una independencia, al menos teórica, ayuda a renombrase, reconocerse, a sentirse alguien que ha vivido, ha hecho, vive y sigue haciendo.

Y las circunstancias nos llevan a memorizar, a imponerse una mirada lo más limpia posible, pero a la vez, dan muchas ganas de escribir sobre muchas de las personas que hoy están ostentando un cierto poder, sobre sus principios variables, sus codazos, sus voluntarias entregas. Al principio hablaba de Alberto García y he visto actuar sobre él a una jauría de mediocridades concentradas, ahora tenemos a u no de esos líderes convertido en cenizas judiciales, pero le han hecho sufrir de manera impúdica.

Y podría seguir así, en primera o en tercera persona. Supongo que yo mismo he pertenecido a una de esas bandas, sectas, grupos de presión o de poder. Me defino como irreductible, poco gregario, imposible de domesticar totalmente, pero sí, he sido cómplice de muchos abusos, de despropósitos, decisiones muy poco profesionales. Dirigir una revista como ARTEZ, conlleva muchas comidas con conversaciones secretas. Muchas conspiraciones menores. Hace tiempo que no acudo a otras convocatorias que no sean en positivo, encuentros, premios, lugares que probablemente, aunque sea de manera inocente, propician la posibilidad de un futuro mejor. Sigo acudiendo a las salas, mantengo conversaciones con quienes tiene algo que decir. Huyo, de manera ostensible, manifiesta y hasta grosera de esos grupos organizados de seguidores de un líder local o internacional que es un ejemplo de muchas cosas, algunas de ellas nada ejemplares. Compruebo de manera antropológica, cómo hay grupos de seres humanos con cargos que se reúnen como si fueran a una despedida de soltera o soltero en las ferias o en algunos festivales. No se aburen de decirse las mismas cosas, de no ver nada fuera de ese círculo vicioso.

Preparando un adiós que se vislumbra, os digo que existe mucha sabiduría en grupos de jóvenes actrices, directoras, dramaturgos, escenógrafos, iluminadoras que no están estabulados en familias, ni siquiera en generaciones, que buscan su camino a base de cursos, cursillos, libros, encuentros y visionado de obras. Lo malo es que lo hacen demasiadas veces gracias a Internet y es mejor eso que anda, pero a todas, os lo juro por mi marcapasos, las Artes Escénicas nos salvarán, porque se deben ver en vivo y en directo, en comunión.

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