Críticas de espectáculos

Crímenes y fantasmas de la infancia

Texto ficcional inspirado en el caso real denominado Operación Océano, sobre explotación sexual a menores. Es el caso más mediático y grande de la historia uruguaya, se dio a conocer en marzo del 2020 y hasta la fecha la causa sigue abierta.

Esta obra se escribió en base a entrevistas a las personas involucradas, tanto víctimas, victimarios, fiscales ,abogados, policías., material de prensa, y libros publicados. Antes de su estreno en julio de 2021 en Montevideo, fuimos citadas a declarar a la justicia en un intento de censura, luego de una audiencia con sentencia favorable se estrenó. Apelaron y nuevamente recibimos otra sentencia positiva. (…) El caso fue cerrado con un dictamen judicial de suma importancia, que sienta un precedente por cuanto quedó claro a texto expreso que en el ordenamiento jurídico de Uruguay: “(…) no solo no se debe prohibir, sino reconocer y apoyar los esfuerzos de personas que a través de su arte, denuncian la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes.

(…) una obra artística, sea a través de la plástica, el cine, la literatura o la música, pueden ser y de hecho lo son, poderosas herramientas para colaborar en un proceso de concientización social de la violencia que implica la explotación sexual de niños y niñas.

Prohibir a través de sentencias del Poder Judicial, expresiones artísticas que militan a favor de los derechos de la mujer, implicaría una fuerte contradicción en el cumplimiento de los deberes asumidos por el Estado uruguayo”

Marianella Morena

Precedida por una dura polémica en torno a la libertad de expresión (es por ello que considero importante abrir esta reseña con palabras de su autora, contextualizando qué ocurrió) se presentó en España, tras estrenarse con éxito en Uruguay, Muñecas de piel, uno de los últimos trabajos de la dramaturga uruguaya Marianella Morena. Una función que aúna teatro documento (a partir de la Operación Océano, investigación que tuvo lugar en Uruguay tras una serie de denuncias por abuso sexual a adolescentes, a partir del hallazgo del cadáver de una joven de 17 años en un arroyo, para terminar derivando en el mayor proceso judicial de la historia del país por esta causa) con ese universo poético y onírico tan propio de las dramaturgias de Morena (bien conocida en España, donde ha presentado espectáculos como No daré hijos, daré versos o Rabiosa melancolía).


El enfrentamiento entre ambos personajes pronto deriva en una especie de lucha encarnizada, que observa de cerca la fiscal instructora del caso, que corta las escenas apelando e interpelando tanto a personajes como al propio público con los hechos judiciales, para ella rotundos. Además, el carácter decididamente teatral que presenta la obra permite detener el careo entre víctima y victimario para traspasar la esfera de lo personal hasta lo íntimo, dando voz y voto tanto a la familia del sugar daddy como a la familia de la sugar baby para tratar de dilucidar cómo influyen los entornos en las personas que son.


Lo primero a destacar en torno a Muñecas de piel es que estamos ante una obra que muestra hechos, expone; pero nunca juzga ni a víctimas ni a victimarios. Tal y como vemos los hechos, los límites son difusos; pero no por ello la realidad que Morena y sus actores muestran en escena es menos desagradable. Todos tienen su momento para expresarse, todos interpelan directamente al público; pero es solo el público quien acabará teniendo la potestad para decidir dónde están las culpas y cuáles son los precios a pagar. Puesto que estamos ante un ejemplo de teatro documento, hay que señalar la valentía que supone confiar en la inteligencia del respetable para manejar el material que se le pone enfrente, sobre todo ante temas tan frágiles y sensibles. Nos sentimos constantemente interpelados, animados, obligados a tomar nuestras propias decisiones. Puede que de una obra que trata temas tan sensibles esperásemos moralinas, peroratas absolutas; y, sin embargo, todos los personajes se expresan siempre sin ambages, sin miedo, desde sus verdades. ¿Cómo debe reaccionar el público ante un lenguaje que a menudo le increpa desde la ironía? Es una gran pregunta; pero también es una de las grandes virtudes del espectáculo: si la compañía expone y no juzga; seguramente el crítico tampoco deba juzgar ni buscar un posicionamiento moral absoluto. ¿Algunas afirmaciones que se vierten en la pieza incomodarán a unos o a otros? Seguramente; pero no debemos olvidar que estamos ante teatro documento.


¿Dónde están los límites? No queda claro. ¿Es esta una historia de víctimas y victimarios? No parece pretenderlo; aunque no esconde la crudeza de la situación ni de los hechos, y sí hay vencedores y perdedores. Después de todo, el punto de vista de la víctima (que habla desde la muerte, por lo tanto es la gran derrotada) no se expone tan dramático como lo recibe la sociedad; ni el rol del victimario como si de un villano de melodrama se tratase: en establecer los límites entre ambos, por incómodo que resulte, está la que seguro será una de las grandes controversias (no resueltas) de la función. Es, desde luego, una función que da mucho peso a la infancia: a unos crímenes de infancia que comienzan por unos traumas infantiles del victimario nunca del todo aclarados; y que acaban por destruir la infancia de Jana, una de tantas niñas del caso. Como decía Mouwadad en Incendios: “la infancia es un cuchillo clavado en la garganta”. Algo de eso hay aquí, en estos hechos y en estos personajes tal y como están expuestos.


Puesto que Muñecas de piel es teatro en estado puro, Morena no renuncia a contar la historia desde un punto de vista no estrictamente realista. Así, el espacio lo preside una bañera de la que, al comienzo, emerge la figura de la niña muerta, en una imagen fantasmagórica de gran fuerza expresiva que dicta las bases de la función. A ambos lados de la escena, dos cisternas llenan de agua la bañera, que termina por desbordarse toda vez que los personajes recurren a ella una y otra vez. El suelo, presidido por tierra, también acaba embarrado; como se embarra el destino de los personajes que habitan la función. En cualquier caso, el espacio escénico (tan escueto como eficaz a nivel expresivo) y la iluminación (cambiante, siempre pendiente de potenciar la creación de imágenes poéticas) juegan siempre a favor de que no olvidemos que, a pesar de que estamos viendo testimonios reales sobre una causa atroz; esto es, después de todo, teatro.


No teme la creadora uruguaya a la hora de usar la musicalidad (literal y textual) como elemento expresivo, tal y como había hecho ya en propuestas suyas anteriores. Consciente de que todo debe avanzar con ritmo implacable (el espectáculo dura una hora de reloj) Marianella Morena no duda en hacer bailar y cantar a sus personajes, a veces con ritmos repetitivos y machacones que hacen avanzar la acción. Lo que en un principio puede verse casi como en una especie de distanciamiento brechtiano que sugestiona al público (constantemente interpelado, directa e indirectamente) acaba adquiriendo un valor expresivo que juega a favor de concienciar al público en torno a la ‘barrera’ entre realidad y ficción. Tampoco pierde la autora la ocasión de recordar la polémica que suscitó esta obra, incluyendo (de forma muy oportuna) una escena en la que se ironiza sobre los límites entre realidad y ficción y personaje y persona. ¿Está vivo o existe alguien que solo habita un escenario? ¿Puede lo ficticio ser real? Otras preguntas que deja caer la función.


Lo que no se puede dudar es la entrega máxima que Morena exige y recibe de su pequeño pero volcado elenco. A los tres se les pide una corporalidad muy acentuada, que no renuncia a mostrar escenas sexualmente explícitas (¿cómo se podría contar sin ellas esta historia?) de una exposición y exigencia fuera de toda duda. Tiene ardua papeleta Sofía Lara (fundamentalmente Jana la niña, expuesta en un viaje en caída libre desde el juego hasta el suicidio) tanto por la dimensión del rol como por la exposición constante a la que debe enfrentarse a todos los niveles: el físico y el emocional. Hay en la actriz valentía y sinceridad incuestionables a la hora de llevar al extremo según qué escenas y según qué acciones; y también gusto en lo musical cuando así se le requiere. Frente a ella Álvaro Armand Ugón (el hombre) tampoco lo tiene fácil: debe dar vida a un personaje en esencia repulsivo y reprobable (¡qué bien da esta cara!) al mismo tiempo que nos recuerda que es un hombre normal, con una vida respetable, que podría ser cualquiera de nosotros: quizá nuestro jefe, quizá nuestro vecino. Se agradece que ni actor ni puesta en escena caigan nunca en la caricatura barata, de cara a mostrar a un personaje que lucha constantemente por la defensa de su propia dignidad (por complicado que pueda parecer encontrarle una): el equilibrio entre ambas vertientes está siempre bien logrado. En fin, Mané Pérez (que se encarga de ser la fiscal que expone hechos e interpela a personajes y público, además de otros personajes menores) se mueve desde la hermética agresividad del pontificado, casi desde una verdad absoluta que termina siendo casi más cuestionable que las del resto de personajes. Por temperatura, tampoco es una misión fácil. Además, tiene gran peso musical con fines expresivos.
Si pasamos por alto que el desenlace de una función de una hora que no da ni un instante de respiro y que cae como una bomba, quizá sea demasiado abrupto y se deje llevar más por lo espectacular que por el hecho aleccionador (porque, no lo olvidemos, la función nunca alecciona, ni lo pretende) Muñecas de piel es un ejemplo de gran teatro: porque consigue equilibrar el hecho espectacular (por ritmo, lenguaje y estética esto es teatro puro) con la exposición de unos hechos complejos que solo corresponde juzgar al público.


¿Qué es lo que puede atemorizar tanto de cara a un espectáculo que trata con rigor un tema real? ¿Tal vez el rehusar un posicionamiento claro? ¿Exponer unos hechos que están al alcance de todos? (ni que fuera la primera vez que algo así sucede en teatro). ¿Quizá no perder de vista que es, ante todo, teatro? No hay una respuesta clara; como no la hay en torno al debate que plantea la función. ¿Es un espectáculo incómodo que va como una patada al estómago? Sin duda, como también lo es la temática que aborda. No tendría sentido de otra manera. Pero es una buena muestra de cómo hacer teatro documento sin perder de vista la ficcionalidad ni la espectacularidad. Dos funciones no son suficientes para darle a este espectáculo la visibilidad que merece. De momento, el debate queda abierto en la mesa.

Ficha técnica
ObraMuñecas de piel
Texto y direcciónMarianella Morena
IntérpretesÁlvaro Armand Ugón, Sofía Lara,
Mané Pérez
Producción PeriodísticaAntonio Ladra
Música original y diseño de sonidoMaia Castro
Asistencia de direcciónThamara Martínez
Diseño de iluminaciónIvana Domínguez
Diseño y montaje de espacio escénicoIvana Domínguez y Mariana Pereira
VestuarioAna Paula Segundo
ProducciónLucía Etcheverry, La Morena Producciones
Teatros del Canal (Sala Verde)
Madrid, 9 de octubre de 2022
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