Y no es coña

Edgar Ceballos, un pionero

El fallecimiento del mexicano Edgar Ceballos nos devuelve la imagen de una persona cuyo legado es incuestionable, de tal manera que se podría entender como una misión cumplida. El catálogo de la editorial Escenología es inconmensurable. Lo es por su contenido y, sobre todo, por el tiempo histórico en el que se fundamentó. Para muchos de quienes a finales del siglo pasado emprendimos una aventura editorial global, el faro que nos guiaba era Escenología, la revista Máscara y todo cuanto rodeaba a estos dos ejes que confluían en la persona irrepetible de Edgar Ceballos.En el sentido más pleno fue un pionero.

Su biografía lo cuenta todo: ha sido actor, director, programador, docente, periodista, editor, conferenciante, investigador, historiador… Cuando todo lo que rodeaba a la editorial formaba parte de nuestra formación directa, cuando encontrábamos en Máscara y en las ediciones de libros las referencias en castellano de las más avanzadas teorías y prácticas del siglo XX, desconocíamos la capacidad de debate, la terquedad positiva de sus actividades, su generosidad personal, una manera de estar en el mundo que podía convertirse en un torbellino. El teatro mexicano tuvo en Edgar un embajador, un historiador, una constancia de promoción internacional. También el teatro europeo y americano más relevante, más avanzado en sus formas, tuvo en Edgar su introductor directo, en vivo y, sobre todo, en ese gran teatro de papel, el libro, de una difusión que permeaba de manera silenciosa a generaciones que descubrían teorías, técnicas, experiencias que rompían con la monotonía de una producción de teatro propio que fluctuaba entre las dramaturgias del norte y las influencias europeas que fueron amarrando una profesionalidad muy consistente, pero a la vez muy conservadora.

Decía que conocimos mucho antes su obra que a Edgar. Y cuando por fin tuvimos la oportunidad de vernos, chocarnos las manos, hablar, hablar, hablar, discutir, colaborar, conspirar, nos acompañó a hacer una transición importante, pues entendimos que la distancia entre el aquí y el allí, no era un problema, sino un incentivo para ajustar las intenciones y las circunstancias. Si en Madrid amarramos una relación profesional con muchas connotaciones personales, en Ciudad de México lo convertimos en una amistad profesional que se fue festoneando de emociones personales.

No era una persona fácil, su relación con las instituciones no era fluida o, por lo menos, era controvertida, en los últimos años partía de un error que muchas veces se lo reproché: una suerte de soberbia que hacía no reconocer como merecían a sus alumnos, a los que seguían sus pasos, pero con herramientas de este siglo veintiuno. Esta distancia no le favorecía, su legado, su historia, su catálogo era inigualable, pero los tiempos avanzan, las necesidades de la sociedad teatral universal y mexicana en particular se mueve en otras coordenadas. Y Edgar se cansó, delegó una gestión muy personalizada en un colaborador que intentó mantener viva la editorial y propició de manera persistente inmiscuirse en los lenguajes actuales de difusión y comunicación. Y las circunstancias fueron que, en mi caso, perdiera el contacto con Edgar. La COVID, mis operaciones han hecho que lleve cinco años sin acudir a la Feria del Libro Teatral de Ciudad de México que era ese lugar dónde coincidíamos, donde reíamos, nos juntábamos, sí o sí, una noche, pero todos los días nos veíamos y podíamos tomar contacto con las realidades del libro teatral en ambos lados del charco.

Rompo mis convicciones. No quiero hacer obituarios. Me desgastan. Me ponen ante mi propia circunstancia de ser en camino de ida sin retorno. Quiero homenajear a los vivos. Esta obligación de mencionar a Edgar en estas condiciones no es agradable, pero sigo viendo su cara y recuerdo una noche que nos llevó al hotel en su auto después de cenar. Terrible. Inexplicable. Quizás esa forma de conducir resumía su manera de ser. Pero si quieren saber sobre Teatro, Circo, Dirección, Historia del Teatro de México y del mundo, vayan al catálogo de Escenología, busquen donde puedan números de la revista Máscara y entenderán mucho mejor todo lo que he intentado relatar.

Edgar, no me esperes, voy a tardar bastante.

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