El Hurgón

El Contador Descontado (Capítulo siete)

El repentino cambio de cuarto fue para Kilovatio un impacto estético difícil de asumir al primer golpe de pensamiento, y por eso, para entender cómo podía estar digiriendo éste aquella novedosa experiencia, mientras se encaminaba hacia el ámbito del sueño, es necesario detenerse un momento en el relato, mientras se escudriñan algunos antecedentes sobre la vida de Kilovatio en su pueblo y durante las primeras etapas de formación en el Centro.

Cuando empecé a contar la historia de Kilovatio fui consciente de la importancia de abundar en estos detalles, para poner en evidencia ciertas sospechas que tengo acerca de cómo se usan las dádivas, la idea de bienestar y el concepto de premio para manipular las relaciones personales, pues, sostengo que todas a una van construyendo en el imaginario de una persona un anhelo de mejor estar y de éxito, que termina convirtiendo a quien lo alimenta en materia disponible para aceptar cualquier acuerdo, sin importar consecuencias.

Pero no había incursionado en estos terrenos porque me he dejado llevar por las veleidades de todo escritor, que en su orden son: encontrar editor, alimentar la curiosidad de los lectores para someterlos y tratar de crear conciencia de algo. He dejado de lado la conquista de la gloria, la mayor de las veleidades, porque no estoy muy seguro de si hay vida después de llegar a ella.

Desde cuando fue publicado el tercer capítulo de esta historia empecé a recibir la visita de muchos editores, y cada uno por su lado, tratando de hablar conmigo de la manera más discreta posible, me ha propuesto la compra de los derechos para publicar la novela, cuando la termine. ¿Novela? – me he preguntado – ¿quién ha dicho que esto es una novela? Pero no he hecho eco de mis pensamientos, porque considero un gran saludo a mi vanidad que éstos se estén peleando por adquirir los derechos de algo escrito por mí, y por eso he seguido escribiendo esta historia, relatando episodios cada vez más impactantes para mantener su atención, y en consecuencia descuidando detalles tan importantes en un relato como la caracterización de un personaje.

Por otra lado, están llegando a los buzones de mis diez direcciones de correo electrónico una cantidad, imposible de leer, de mensajes enviados por mis lectores pidiéndome, unos, celeridad en la definición acerca de cuál será el fin de esta historia, por no decir de Kilovatio, y otros, expresándome que conocen a muchos kilovatios, porque en sus países abundan, y me piden, estos últimos, el favor de profundizar, porque entienden mi relato como “una denuncia”. Y he alargado el relato, entonces, con  la firme intención de castigar a unos, incrementando su impaciencia, y premiar a otros, alargando su esperanza.

Pero creo que es tiempo de hablar un poco más de Kilovatio antes de su ingreso formal en el Centro, es decir, antes del comienzo de sus actividades internas, porque todo cuanto se diga ahora nos será de utilidad para comprender cómo fue ese proceso de transformación al que lo sometieron, o para entender también qué sucede con las personas cuando se alteran sus circunstancias.

Para hacerlo más comprensible, es mi deber aclarar en este punto del relato, que el ingreso físico de Kilovatio en el Centro, cuando fue inducido por quienes lo convidaron a profesionalizarse, no garantizó en sí mismo el sentido de pertenencia inmediato a la institución, y que para conseguir la consolidación de éste, Kilovatio fue sometido a un minucioso examen, para definir su sicología, medir su nivel de conocimiento, investigar su concepción de la vida, conocer sus opiniones sobre las relaciones interpersonales y medir su voluntad y el grado de conciencia sobre sí mismo, examen, cuyos resultados les servirían a las autoridades académicas del Centro para determinar las asignaturas a las cuales debía aplicarse el nuevo alumno, y  cumplir con el primer compromiso cual es la demostración de voluntad de estar allí y de ajustarse a las normas impuestas.

Parte de ese cuestionario fue resuelto a través de una averiguación in situ de la vida cotidiana de Kilovatio, y para conseguir lo cual el Centro desplazó al pueblo de donde provenía éste, a un ejército de pasantes en diferentes disciplinas del conocimiento, a quienes les encargó el acopio de información sobre nuestro personaje.

El informe elaborado por dichos pasantes, cuyo original reposa en los archivos del Centro de formación Profesional de contadores de Historias, y del cual obtuve una copia con la complicidad de una secretaria, dice, entre muchas otras cosas, lo siguiente:

“Kilovatio proviene de una estirpe de andariegos, que han sentado cabeza y echado raíces después de caminar medio mundo, escuchar a mucha gente,  ver muchas cosas y vivir experiencias inimaginables. En el pueblo donde vivía hasta hace poco, es un hombre tan reputado como contador de historias, como tan respetado por su temperamento fuerte y la firmeza de su carácter. Aseguran que es un hombre sin variables. Es lo que aquí llaman un hombre de una sola pieza. Para él, lo maravilloso es admirable, pero no perturba su sueño, porque cree en el destino y tiene por cierto que el suyo ya ha sido trazado, luego el deseo de las cosas no incluidas en éste lo considera una pérdida de tiempo. No se anticipa a los acontecimientos, ni convierte en escalera a los demás para subir a la cima de sus propósitos, ni involucra en sus actos el criterio de competencia, porque tiene fe en la eficacia de su trabajo. Algunos lo catalogan como un hombre plano y desprovisto de pasiones; pero quienes alguna vez han compartido con él aseguran que las involucra en las historias, para amansarlas y evitar su intromisión en sus relaciones con las personas. Cuando cuenta las historias se vuelve espectador de sí mismo y comparte con su público las consecuencias festivas y emocionales de sus relatos. Tiene la creencia de que contar historias forma parte de su destino. Dicen de él que es capaz de mirar de frente a un interlocutor durante mucho rato, y que es irreductible cuando se le ofende”.

Dentro del informe hay una especie de análisis de comportamiento, y finalmente unas recomendaciones acerca de cómo introducir paulatinamente a Kilovatio en las disciplinas del Centro de Formación Profesional de Contadores de Historias, entre las cuales se destaca la, llamada por el mismo informe, “reducción de alas”, justificada por el siguiente comentario: “es un hombre con muchas posibilidades, a quien es indispensable definirle límites espaciales, porque debido a su condición de campesino tiene muy arraigada la idea de libertad de movimiento. Debe diseñarse, exclusivamente para él, un trabajo de pulimento estético, porque no tiene conciencia de los movimientos del cuerpo desde el punto de vista de la estética. Debe instruírsele en el ejercicio de la competencia, para evitar que su acto de contar de historias siga siendo el fruto de un impulso emocional, y también para inducirlo a actuar aplicando la razón y el cálculo. Es necesario hacerle entender que un contador de historias que se mezcla con el público para compartir las consecuencias emocionales de sus relatos, pierde autoridad, porque no es lo mismo cuando éste usa al público para hacer simple recreación o suplir las deficiencias del relato. Es, también necesario hacerle comprender que un contador de historias es más que un hombre” –terminaba la redacción de las recomendaciones del informe.

Y, para empezar a ejecutar la primera parte de las recomendaciones, a Kilovatio le asignaron a su llegada al Centro de Formación una especie de celda de novicio, cuyo aspecto estrecho y desnudo bien podía entenderse como un convite a la resignación. No había nada llamativo en su interior aparte de un viejo televisor en cuya pantalla aparecían de cuando en cuando estímulos dirigidos desde la administración. Las paredes tenían pintura vieja y descascarada. Los demás enseres consistían en una cama sobre la cual no podía darse vuelta el durmiente porque caía al suelo, una pequeña mesa de noche dispuesta para albergar un vaso de agua y una diminuta lámpara, que emitía una luz mortecina.

Durante los primeros días a Kilovatio le dieron un trato verbal descortés,  para probar su tolerancia. Pero además de eso, como parte de la estrategia de hostigamiento le truncaron varias oportunidades de hablar con el director del Centro, ofendieron la dignidad de su pasado hablando con malicia de su estirpe y refiriéndose de ella como gente que va por el mundo recogiendo estiércol, calificaron mal muchos de sus ejercicios a pesar de que él era consciente de haberlos ejecutado con eficiencia, y todos los días, sin falta, le repitieron a la hora de los ejercicios físicos de la mañana su obligación de abandonar las bruscas maneras campesinas si quería convertirse en un verdadero contador de historias.

Bajo las condiciones antes descritas se pretendía doblegar cualquier residuo de voluntad y de orgullo de su habitante, y convertir su conciencia en una tabla rasa para luego llenarla con los requisitos conductuales del Centro. No son mis palabras sino las de otro aparte de las recomendaciones del informe.

Kilovatio, convencido como estaba de que parte de su destino era contar historias, soportó con resignación y estoicismo los embates de esa primera etapa en el Centro, aunque no escasearon las ocasiones en que estuvo a punto de tirarlo todo y marcharse.

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