Sud Aca Opina

Hasta que floten los ojos

Tenemos una canción folclórica que en uno de sus versos dice “…en San Esteban, los viejos toman hasta que les flotan los ojos”, refiriéndose obviamente a la enorme cantidad de alcohol ingerido.

Conmemoramos nuestra independencia del conquistador español en el mes de septiembre, específicamente, el 18 de septiembre de 1810.

Estamos en una época que huele a fiesta. En realidad, huele a humo de parrillas a carbón y a vino tinto, no necesariamente del mejor, pero mucho, mucho vino.

Huele a voluntad de olvidarse por unos instantes del día a día, del trabajo, de los problemas personales, nacionales y mundiales, en definitiva, la mayoría quiere literalmente borrarse. Incluso algunos olvidan como volver a su casa, pero eso es harina de otro costal. En las ciudades no existe la ventaja del campo; un caballo sabe volver a casa con el bulto prácticamente inconsciente de su amo convertido en borracho, quien hace equilibrio sobre la montura, nadie sabe cómo, mientras que un auto aun no puede. Hasta ahora, por lo general terminan incrustados en un poste del alumbrado público. paciencia, solo es cuestión de tiempo para que la IA resuelva el inconveniente.

Por supuesto se olvidan las restricciones medicas en cuanto al consumo de grasas, sal, alcohol, azucares y todo eso que nos hace mal, al menos a partir de cierta edad.

Así como en época de Covid, los hospitales no daban abasto para atender a quienes tenían crisis respiratorias producto de la pandemia, en nuestras fiestas patrias, sucede algo similar con los intoxicados, los ataques al hígado, las riñas entre borrachos que comienzan siendo amigos, luego hermanos y terminan agrediéndose con arma blanca, y lamentablemente también con los heridos producto de accidentes de tránsito por conducir en estado de ebriedad.

Es la única época del año en que no existe excusa para no celebrar; en el trabajo, en la oficina, en familia, con amigos, con los que no son tan amigos, pero terminan siéndolo, con todo el mundo.

Por muy desmejorada que esté la economía nacional, nunca se sabe de donde aparece dinero, pero se tiene lo necesario para comprar carne, carbón y vino, aunque no necesariamente en ese orden. De las ensaladas, alguien se encargará.

La consigna parece ser engordar y tomar que el mundo se va a acabar, y la mayoría se lo toma, literalmente, muy en serio. Se ha llegado a acuñar al termino, asado de vidrio, donde hay más botellas que carne.

Somos sencillos, nada de chimichurri argentino ni salsas especiales sobre la carne; un buen fuego, carne y sal ¿para qué más si en el fondo se trata de compartir alrededor de una parrilla bien regada con alcohol?

Todo Chile huele a humo y vino tinto.

Pero como lo que es bueno también termina, inevitablemente llegará el 20 de septiembre, el día de los dolores de cabeza, los kilos de más y una acidez de antología. El país, con suerte funcionará a media máquina, eso sí funciona, porque más de alguno se habrá anticipado a las consecuencias de tanta celebración y habrá pedido algunos días de vacaciones o conseguido una licencia médica. De los que son sus propios jefes, ni hablar, porque se auto darán todos los permisos necesarios.

Por lo pronto, yo estoy viendo en Alibabá si existe la oferta de flotadores para ojos, porque estoy decidido a tomar hasta que me floten los ojos.

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