Incendiaria en combustión

Intrascendencias

Puede ser que no soportemos a Haydn, pero cuando esto sucede algo pasa. De paso por Madrid, el 7 de enero asistí a la primera representación en el Teatro María Guerrero de «Gólgota Picnic» de Rodrigo García, que permanecerá en la sala hasta el 6 de febrero. Producido por el Centro Dramático Nacional, el Theatre Garonne de Toulousse y el Festival de Automne de París, este último trabajo de García es, tal y como él declara: «una quijotada idiota y estimulante» con la que retrata la velocidad de la vida contemporánea y la pérdida de silencio y trascendencia en lo cotidiano.

Inspirándose en la Biblia pero sin profesarle ningún tipo de fidelidad, Rodrigo García recoge y transforma su iconografía para hablar de la muerte sin existencialismos, de la cotidianeidad y el consumo dentro de una avalancha de ideas en forma de monólogos contundentes que trufa y combina con imágenes igual de potentes: un suelo cubierto de panes de hamburguesa, un hombre ahogado bajo una masa de carne picada, una actriz embutida en un traje de paracaidista que se lanza al vacío recordando la figura del ángel caído, una hamburguesa de lombrices coronada por la palabra «Babel»…

Los estímulos son múltiples en la poética de este creador que en «Gólgota Picnic» lanza su mayor reto al público con la propuesta estructural del trabajo. Y es que después de una dinámica sucesión de textos y acciones performativas esperadas y esperables dentro del imaginario al que nos tiene habituados en trabajos como «Compré una pala en ikea para cavar mi tumba», «Esparcid mis cenizas sobre Eurodisney» o «Versus», el autor frena el fluir del espectáculo para hacer irrumpir el silencio y la espiritualidad con la interpretación del músico Marino Formenti y la inactividad de los actores. Desnudo ante el piano, Formenti ofrece un finísimo concierto de «Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz» de Haydn -pieza e intérprete que fueron motor del proyecto- que constituye la segunda parte de la obra. Pero el público no soporta el reto y la impaciencia aflora a los diez minutos con los aplausos despistados y fuera de lugar, las risas y los movimientos en el patio de butacas.

Entre el amor y el desamor que pueden despertar los trabajos de García, con esta propuesta descubre que somos anécdota y bullicio y que cada vez más nos separamos del silencio para abrazar lo vulgar y la velocidad. Por eso corremos, sin la capacidad de saltar dentro de nosotros y «huyendo los unos de los otros», como insinúa en escena la actriz Núria Lloansi. Y esa huida y ese desencuentro son el calvario que García hace que nos traguemos.

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