Velaí! Voici!

La nueva (a)normalidad

Después de la tormenta viene la calma, pero no. No, porque la tormenta de la pandemia, con el remedio del confinamiento, ha generado una crisis económica. Así que, después de la tormenta pandémica, no viene la calma sino el estrés.

 

Confinamiento decretado. Fase 1. Fase 2. Fase 3. Nueva normalidad. Reducción de aforos (a un 75%), distancia social, higiene de manos, mascarillas… crisis económica…

A la nueva normalidad, si le quitamos la mascarilla, no parece tan nueva. Las calles atestadas de coches y ruido. Contaminación acústica y atmosférica evidentes en la exaltación de la producción y el consumo.

¡Estamos pillados! Dependemos de que la rueda del consumo no cese de girar, aunque a su paso aplaste y sus daños colaterales cada vez puedan ser más graves.

Algunas administraciones públicas siguen empeñándose en hacer de las artes escénicas una industria, en considerarlas una industria, en tratarlas como un producto de consumo más, que debe obtener una rentabilidad económica, igual que los eventos turísticos, dentro de la industria del entretenimiento.

En la nueva normalidad los teatros no pueden llenar su aforo, ni con las espectadoras y espectadores enmascarados. Sin embargo, como señalaba el director gallego Quico Cadaval en una entrevista reciente, los aviones, pese a ser un espacio cerrado y reducido, sí que pueden ir llenos de gente, porque las grandes empresas de aerolíneas sí que son industria y la industria debe producir beneficios por encima de todo. Velahí la demostración empírica de que los teatros no son industria, sin embargo las empresas de aerolíneas sí lo son.

Conste que los mejores vuelos que yo he experimentado han sido en los teatros y no subido en aviones. Como seguramente sabes, una persona puede viajar mucho por el mundo y, sin embargo, que el mundo no viaje nada por esa persona. El buen teatro, la buena danza, las artes escénicas, son viajes inolvidables que mueven el mundo. No son como un paquete turístico de vacaciones donde todo aparece planeado, controlado y convenientemente confortable. Los viajes que promueven las artes escénicas suelen ser sorprendentes, por veces inquietantes, excitantes… y casi nunca salimos igual que hemos entrado.

Normalidad es una palabra bien fea, viene de norma. Me hace recordar aquellas apelaciones al supuesto “sentido común” que hacía Mariano Rajoy, el anterior presidente del Gobierno del Estado español, cuando afirmaba reiteradamente que él atendía a aquello que le importaba a la “gente normal”. “Lo que la gente normal quiere…”, decía. Y a mí algo se me revolvía por dentro.

Llevamos unos días de “nueva normalidad”, según predican los medios de comunicación y las instituciones, pero yo no estoy observando nada nuevo y sí esa “normalidad” que tanto le conviene a las grandes multinacionales.

¿Qué hemos aprendido durante el confinamiento? No lo sé. Mientras algunos estaban parados otros estaban urdiendo y especulando. A río revuelto, ganancia de pescadores.

El Teatro Municipal do Porto (Portugal) ha organizado un estimulante ciclo de conversaciones online, titulado “Nada ficou no lugar, e agora?” (Nada quedó en el sitio, ¿y ahora?), la primera, dedicada al tema de la creación “de la experiencia sensorial a lo digital”, fue el jueves 18 de junio, emitida desde la página de Facebook del Teatro Municipal do Porto, aún permanece el vídeo para quien le interese.

En esta conversación, el director de cine y teatro, Marco Martíns, exponía que la pandemia y el confinamiento han servido para poner en evidencia las fragilidades en muchas áreas sociales, no solo en la de la cultura, sino también en la de la educación etc. Ahora bien, ¿habremos tomado nota y corregiremos algo o todo seguirá, más o menos, igual?

¿La nueva normalidad seguirá trayendo precariedad y limitaciones al sector de las artes escénicas? Si es así, nada nuevo bajo el sol.

Eso sí, esta nueva normalidad, nos deja algunas estampas anormales o paranormales, por ejemplo la de una platea con algunas butacas ocupadas por maniquís y por plantas, mientras otras quedan disponibles para espectadoras y espectadores que deseen tomar ejemplo de sus vecinos maniquís, bien quietos y callados, impertérritos, o como los vegetales.

¿Será esto la nueva (a)normalidad?

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