Críticas de espectáculos

Panorama desde el puente / Narros

Mi abuelo, personaje hacedor de américas, regresó de su último periplo con tan solo un abrigo en cuyo bolsillo izquierdo escondía un biblia, un centavo de la fortuna y algunos recortes de prensa de las páginas de empleo. Él, al igual que tantos otros de tantos otros países europeos emigraron en busca del vellocino dorado al nuevo continente para encontrar poco menos que nada, un billete de vuelta en los mejores casos. Miller, exponente de una época, testimonio de una américa, retrata con magnífico acierto una trama cercana a los romeos y julietas de nuestro continente que se reencarnan en una malograda clase media baja alejada de las fastuosas familias italianas. Miller consigue, como es costumbre en él, un potente texto donde deja hecho todo el trabajo de mesa para cualquier compañía que quiera ponerlo en escena. Prepara el destino de cada personaje a medida que transcurren las escenas, una frase, un gesto, un comentario a sus espaldas, serán determinantes para lo que habrá de llegar. Ante un texto de estas dimensiones, sería poco menos que innecesaria la participacíón de un director de escena en el caso de que este se limitara a mover actores y actrices por el escenario. Y este es el caso que nos ocupa. Este fue el no-trabajo de Narros. Este afamado director al que vimos recrear las escenas con una inmovilidad a la que se pudo tachar de perezosa, convirtiendo el espectáculo, de no ser por interpretaciones como la de Helio Pedregal, en una novela radiofónica. Es de destacar del montaje de Narros, ciertos artificios escénicos que fueron aplaudidos por el auditorio pero que se convirtieron, por su uso, en algo similar a unos fuegos de artificio. También un desastroso final donde situó a unos figurantes, aparecidos de la nada, torpemente en la escena con el único fin de… ¿hacer bulto? ¿crear… tensión… confusión…? Y un catastrófico final digno de un drama rural tremendo, trágico, que por su patetismo ahogaba cualquier reflexión por parte de los espectadores. En resumen, montaje poco recomendable con destacadas interpretaciones y una escenografía -Andrea D’Odorico- empaquetadora y constrictora, con insuficiencia en la ambientación escénica y poco dada al juego actoral. Decorado, al fin y al cabo, de pretendida grandeza que podría calificarse de telón pintado. Poco recomendable en cualquiera de los casos

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