Pessoa Robert Wilson
La estética wilsoniana de los sueños y su teatro sobrenatural de geometrías y apariciones mágicas se combinan maravillosamente con la poesía y el pensamiento de Fernando Pessoa, poblados de visiones y destellos reveladores. Esto es lo que pudimos comprobar en ‘PESSOA – SINCE I’VE BEEN ME’ de Robert Wilson, con Maria de Medeiros, Aline Belibi, Rodrigo Ferreira, Klaus Martini, Sofia Menci, Gianfranco Poddighe y Janaína Suaudeau, en el Teatro São Luiz de Lisboa el sábado 8 de marzo de 2025. Las palabras de Pessoa y la evocación sintético-onírica de su vida están asociadas a imágenes y figuras extremadamente estimulantes. Estas hacen del escenario un lugar donde la fantasía nos conecta con la verdad y con lo más esencial de cada persona tal y como acontece en Pessoa. Y esto se consigue no sólo a través de la emoción estética de la plasticidad de las formas, en la marionetización del actor y en el extraordinario músculo de la luz y del sonido, sino también a través del extraño humor, inspirado, tal vez, en las películas mudas en blanco y negro de los años veinte.
Al entrar en el teatro nos recibe una abstracción de azules que representa un paisaje marino, casi en la boca del escenario, detrás de la línea de luz que delimita, en la horizontal, el espacio de las visiones extraordinarias.
María de Medeiros interpreta a un Pessoa inmaterial, casi como la efigie de un santo, una figura de diseño, de carácter iconográfico, muy alejada de una interpretación psicológica o naturalista. Un ser atemporal, eterno. Sentado en el borde izquierdo del escenario, al principio, y en el derecho, al final, mira el horizonte del público, a nosotros, gesticula y habla. Luego lo veremos pasar por diferentes pasajes, casi como el anfitrión o el maestro de ceremonias, multiplicado o rodeado de otros personajes, que podrían ser sus heterónimos. Y nos hablará y cantará y bailará y jugará e incluso será la mirada de la conciencia sobre la conciencia.
El espectáculo se enmarca en una presentación y despedida casi de cabaret, en “grotesquerie” – en palabras de Miguel Loureiro, director artístico del Teatro São Luiz – elegante y divertida, con personajes que podrían ser heterónimos del poeta, expresión de la multiplicidad que puede habitar en cada uno de nosotros. Figuras artificiales y artificiosas surgidas de una creación que necesita esta diversificación. El cañón de luz dispara un círculo que persigue a estos personajes, que son arrojados al escenario como marionetas movidas por los rayos de luz. La luz de Wilson es la varita mágica que mueve el engendro y que está en consonancia, como símbolo, con las visiones que Pessoa siembra en las palabras. Así se presenta la galería de personajes-figura que, en igualdad de condiciones con otros objetos escénicos, con la acción de la luz y el sonido, configurarán una pieza en la que el universo de Pessoa circula como una espiral que se abre resplandeciente.
En los diferentes pasajes van surgiendo cuadros en los que se produce una superposición o simultaneidad armoniosa de figuras, a veces corpóreas en su forma escultórica, a veces fragmentadas por el efecto focal de la luz sobre alguna parte de su cuerpo, a veces desmaterializadas y transmutadas en siluetas, o sólo vislumbradas o vagamente percibidas a través de las sombras o la niebla.
Salvo en los momentos de comedia, los textos hablados en diferentes idiomas (portugués, francés, italiano, inglés) están articulados de una manera tan escénica y sugerente como la imagen escénica, evocando visiones de una intensidad implícita y electrizante. Una intensidad que nace de la tensión por oposición y contraste entre elementos liberados de una relación lógico-causal, conectados por una combinación basada en la intuición y la complejidad de la creación artística, relacionados, en todo caso, por sensaciones y asociaciones libres. Así, por ejemplo, el paisaje de animales fantásticos, aunque reconocibles, que desfilan hieráticos de izquierda a derecha, en avances y retrocesos, alrededor de la figura del niño con traje de marinero, mientras otros personajes entran y salen. Otro ejemplo es el paisaje marino con el velero en la niebla, alrededor de la muerte. El simbolismo de los elementos está siempre activo, irradiando diferentes capas de lectura sin destruir la justicia del misterio. El misterio que sólo existe, como dice Pessoa, para quien piensa y quiere comprender. Para los pájaros y los árboles, el misterio no existe. Pero para nosotros, las personas, es atracción, emoción e incluso movimiento. En medio de la obra, la preciosa escena de la carta de amor de Fernando a Ophélia Queiroz, reflexionando sobre el necesario ridículo de una carta de amor y sobre la naturaleza del sentimiento en sí, mientras una dama de blanco con cabello largo sostiene, como una escultura modernista, el papel blanco, alegoría de todos los mensajes de amor, que acaba arrugando y dejando caer, puntuado por un recorte de luz que se centra en ese papel arrugado que yace en el suelo como un pájaro muerto.
Uno de los cuadros más impresionantes es el del café de las siete figuras, con mutaciones cromáticas y la coreografía gestual de la escritura en el aire, mientras el espacio termina por desintegrarse en una composición surrealista, preciosa y magnética. De hecho, hasta el texto flota, igual que los muebles y los manteles en una perspectiva visual alterada, con las palabras circulando en cautivadoras preocupaciones filosóficas.
En general, ‘PESSOA – SINCE I’VE BEEN ME’ posee atmósferas de alta calidad, elocuentes en muchos niveles, en sus diferentes planos y capas. La disyunción y yuxtaposición de todos los elementos de la composición escénica (acciones lumínicas, acciones sonoras, música, acciones realizadas por las actrices y actores, acciones de los objetos, etc.), junto con su armonía y complementariedad, hacen que el espectáculo llegue a nosotros con la sutil potencia de esta pluralidad sinfónica. Es tal la riqueza del plano visual que, incluso sin oírlo, podríamos imaginar el deleite sonoro. Y la riqueza del sonido es tan grande que, incluso sin ver o con los ojos cerrados, podríamos imaginar y conmovernos ante estas visiones fantásticas y reveladoras.
‘PESSOA – SINCE I’VE BEEN ME’ es un deleite para los sentidos, en el que poesía y pensamiento vibran en una estética de las sensaciones que nos alcanza y nos sitúa en otras dimensiones del ser.
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