Escena silenciosa

Recorridos de vida

Cada año, en eso de los espectáculos, y casi en todo, vamos mirando hacia adelante. Lo programable, lo eficiente, lo lúdico, lo original e innovador, lo estable a su vez, la superación. Buscamos retos de futuro. Futuro lejano y futuro próximo. Retos, metas, sueños, de los que acabamos siendo esclavos, incluso sin saberlo. A pesar de lo no-logrado, tenemos derecho a ser felices. Y el arte lo sabe.

En esa felicidad madura cabe recordar paisajes escénicos por los que hayas recorrido tu vida. Por ejemplo, en los últimos meses. Y comparto con vosotros tres huellas especiales, porque mirar atrás te sigue alimentando vitalmente desde esos paisajes escénicos que han marcado tu alma y tu mente. Esas tres huellas de las que os hablo son:

Huella uno. Casa de Espiritualidad Sant Felip Neri, en Barcelona. Porque en época de pandemia iniciaron unos conciertos y encuentros artísticos en su jardín, que han seguido programando con entusiasmo y buen quehacer. Nos han posibilitado viajar a la India con su música, también con músicos del Gran Teatro del Liceu, con recital de poesía, Orquesta solidaria…, un sinfín emocional de propuestas que se acogen bajo el paraguas de sus organizadoras, Carina Mora y las monjas filipenses que abren sus puertas, Berta, Pilar….. aumentan el brillo de su mirada en cada encuentro, desde el trabajo y la calidez humana que aportan en sus silencios. El marco es incomparable, un oasis en Barcelona donde respirar te invita a seguir viviendo. Los acordes y palabras se rompen con algún piar (o dos!) en lo alto de los pinos, al ponerse el sol y abrirse la noche, los olores cambian, el público vivimos la comunión de la misma experiencia presente: todo ese cambio del atardecer veraniego hacia el precipicio nocturno se acompaña de las palabras o música. Y sigues escuchando. Puedes cerrar los ojos. Y sientes tu piel viva. A eso se le llama magia.

Huella dos. Festival Jordi Savall. Música antigua, la madre de piedras, muros, catedrales y personas. La exquisitez del maestro Jordi Savall merece los mejores marcos escénicos, y el festival que lleva su nombre es uno de ellos. Recorre la geografía de monasterios y espacios singulares donde la altura de techo y bóvedas es necesario para dar cabida a cada alma que se eleva ante el momento. Instrumentos originales antiguos, músicos concisos y entrega de cuerpo y sabiduría del maestro Savall, ejerce tal suma de no-tangibles que es imposible no rendirse ante la magnificencia de la humanidad. Todo aquello bueno que puede hacer cada persona de manera universal y única. Lenguaje también sensual desde cada ser vivo. Y si ahora piensas en la profesionalidad que destila tanto talento, no menos es la dimensión espiritual de todo ello. También lo fue el sentido homenaje de sus hijos Arianna y Ferran a su madre Montserrat Figueras, en el aniversario de su fallecimiento. La delicadez y la rotundidad emocional nos dejaron perplejos a nivel de esencia humana, emanaron luz de verdadero amor. La desnudez intangible en cada concierto tan cuidado y vivido y trabajado y entregado… A eso se le llama mayúsculas espirituales

Huella tres. Sala Versus Glòries, en Barcelona. Claro que sabemos de su tenacidad, claro que sabemos de su labor, claro que sabemos de su profesionalidad…. Pero sólo Ramon Godino y todo el equipo saben del día a día para levantar el telón, reforma a punto, luces a punto, estreno a punto, prensa, actores, el inicio de la programación de danza. Todo ello es la fiesta del escenario cuando reciben al público con agradecimiento y acogida real. Es un espacio que marca, porque cada día abren sus brazos, y también literalmente, para abrazarte al regalo de nuestra suerte, la de dedicarnos al mundo de las artes escénicas, donde se cuecen vidas, frustraciones, realidades y sorpresas. Una sala teatral donde importan las verdades, que no sólo hay una. Una sala que alberga horizontes de presente y de futuro porque anda despacio, pero segura. Una sala donde el silencio acoge cada palabra dicha, y en silencio todavía las oyes. Observa cómo los asientos se ocupan y cómo se vacían, y verás el misterio de todo un mundo que se te ofrece. Una programación valiente, quizás para alguna fácil, quizás para otros difícil, pero necesaria, tocando los pies en el suelo. Amarrados de teatro y danza. Raíces fuertes y necesarias. A eso se le llama entusiasmo.

Estas tres huellas han significado mucho para mí. Sí, personalmente, que es el primer año viajado tras el fallecimiento de mi padre. Y cada huella mencionada ha sido importante. Y en cada una de esas huellas se ha regado su dibujo con alguna lágrima de pura tristeza o de felicidad, todavía no lo sé, o es todo lo mismo.

Agradezco la confianza del universo que posibilita esas realidades: las de acudir a la música y al teatro con todo mi ser. Sin pensártelo excesivamente. En cada obra hay personas que se esfuerzan -durante meses quizás- por haber llevado al escenario aquello que engulles en máximo dos horas. Saborea. Respira. Agradece cada vez que el instrumento está desafinado, cada vez que el bailarín cae, cada vez que el actor se equivoca…, porque en el escenario no hay máquinas, hay personas. Y en la planificación de todo ello, también. Inspira el aliento del escenario. Y suelta el aire a medida que vivas. Eso es. Dar sentido al vivir, que no es un sinsentido si te acercas al teatro, a la música y a sus personas que trabajan para ti. Viven por ti y para ti. A todas ellas: GRACIAS.

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