Escritorios y escenarios

Sensación de otra era

Y así, con la llegada del nuevo año y su primer mes, aparece la sensación de otra era. Enero es una palabra que desciende de Jano, Dios romano regente de los ciclos, de los comienzos y los finales. El administrador de los umbrales y las puertas. En mi historia personal, Jano era el apodo de uno de mis vecinos, vivía en las “clásicas” e inexistentes torres amarillas, ubicadas atrás de mi casa. Inexistentes porque primero les cambiaron el color y, ahora, la fachada. Les tocó ponerse en sintonía con el siglo XXI y con un barrio que, con el proceso de gentrificación, se convirtió en una zona de personas “chic”. Y pensar que fue construido para las familias de los policías y los militares. Jano, cuyo verdadero nombre era Carlos Ariel, fue uno de nuestros mejores amigos en aquella época, y un antiguo pretendiente.

Enero, así como algunas de las representaciones del Dios Jano, es un mes con dos caras, la que mira al futuro y la que mira al pasado, y anuncia cambios. Por mi parte, esos pronósticos están más bien vinculados a mi reloj biológico y a mis procesos existenciales porque, a los cuarenta años uno sí siente que la vida se parte en dos… Y, por otro lado, estoy atravesando un umbral desde hace meses. Cada vez estoy más cerca de llegar al otro lado, asunto que no pasará por ahora.

En enero, la escena teatral de Bogotá, enmudece. Ese podría ser un rasgo del comportamiento del teatro aquí. Las primeras semanas del año son las más silenciosas. No hay cartelera disponible. La ciudad se queda sola y por eso se convierte en un lugar agradable. Pero no hay teatro. No es como en Santiago de Chile, que empieza el año con un festival de teatro, ni como ocurre en el DF mexicano o en Madrid, donde las funciones continúan. Aquí se trata del periodo en que los creadores teatrales se oxigenan y el público se dedica a los viajes y a la familia.

Es hasta esta semana, la entrante, que las actividades teatrales retornan. Y es el momento preciso en el que la creatividad se dispara, porque en esta relativa tranquilidad bogotana los artistas del teatro empiezan a convencerse de sus proyectos del año, a negociar sus agendas. Algunos, los madrugadores, ya anuncian el inicio de la temporada, pero son pocos. A los espectadores nos toca esperar unos cuantos días para visitar las salas y con ello inaugurar la era 2024. Esperemos que se puedan presenciar muchas obras y, sobre todo, que sean de esas que valen la pena. Esperemos que la nueva era sea más que una sensación. Cruzo los dedos.

Enero del 2024
Bogotá, Colombia.

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