Velaí! Voici!

Viajes ecológicos a lomos del teatro

Estamos en verano en esta parte del planeta tierra. Quien vive en ecosistemas de clima lluvioso y frío y con pocas horas de luz, intenta escapar, en vacaciones, para territorios más soleados. Quienes tienen vacaciones y pueden cambiar de paisaje lo hacen, para romper las rutinas, para descubrir otros lugares. Todo esto solo es posible gracias a que, mientras Elon Musk no patente los viajes intergalácticos o el turismo a la luna, la tierra es diversa y nos ofrece la riqueza y la complejidad de la diferencia.

Preservar las diferencias frente a la presión uniformizadora, que promueve el capitalismo y las grandes multinacionales, no es tarea fácil. Las principales calles de las principales ciudades, por ejemplo, son cada vez más parecidas, ocupadas por las tiendas y las franquicias de las mismas marcas comerciales. De tal manera que es lo mismo estar en una gran superficie comercial de A Coruña, que de Barcelona, París o Berlín.

La sensibilidad y la capacidad de adaptación del ser humano a los diferentes ecosistemas, en simbiosis con ellos, ha dado lugar a culturas también diferentes. Por eso la riqueza de la diversidad no solo está en los paisajes, su orografía, vegetación, flora, fauna y climatología, sino también en sus lenguas propias, que han dado nombre a todas las peculiaridades y matices de esos ecosistemas. Las lenguas, con su fonética y musicalidad, con su manera de estructurar las frases, también reflejan maneras de pensar, de sentir, de vivir. Otra característica es el sentido del humor, esa manera de relativizar y ver, que no es el mismo en Inglaterra que en Catalunya, en Andalucía o en Galicia. Por tanto, la presión global homogeneizadora no solo afecta a los ecosistemas físicos, sino también, de manera colonizadora, a los sistemas culturales. Todo eso que hace del planeta Tierra el único paraíso posible, por ahora.

El otro paraíso, también plural y diverso, está en los escenarios, como espacio privilegiado para crear y/o abrir mundos posibles. Y hablo de lo que conozco, por eso no hago aquí referencia al cielo cristiano ni a los paraísos de otras religiones.

Viajamos porque queremos descubrir y disfrutar algo diferente, no solo de un ecosistema físico sino también cultural. Quien tiene oportunidad y puede, lo hace. En los teatros, y en todos los lugares que las artes vivas convierten en un escenario, existe esa posibilidad, la de viajar sin necesidad de coger un avión, un barco, un tren, un autobús o un coche. Se trata de viajes ecológicos que no contaminan, o que contaminan menos.

Gracias al ecolingüismo, por ejemplo, lenguas sin un Estado que las proteja de la colonización de otras lenguas de poder (las que utilizan los medios de comunicación y las multinacionales mayoritariamente), podemos disfrutar de musicalidades y acentos diferentes que, más allá del “entender” y del significado, pueden tocar nuestra sensibilidad, si tenemos la predisposición y la porosidad suficientes. Por eso a mí me resulta tan difícil entender la actitud de programadores y directores artísticos de festivales y teatros del Estado español que, de una manera u otra, piden a las compañías gallegas que versionen sus espectáculos al castellano para salir de Galicia. Esa preocupación porque el público (así, con artículo determinado, como si fuese uno solo) no vaya a “entender”, como si en el teatro la transmisión del sentido más importante radicase en el significado de las palabras y no en su musicalidad, como si lo más importante en el teatro fuese el “que” y no el “como”. La disculpa siempre es la taquilla, porque ya sabemos que la sociedad de consumo necesita de retorno económico y que la mayoría de los teatros y festivales van a taquilla (léase con ironía). El público no va a acudir a ver una obra de teatro en catalán o en gallego porque no va a entender. ¡Si aún fuese en inglés! O si se trata de una compañía alemana, francesa o de alguna lengua de poder, entonces les ponemos sobretítulos y el público acude. Pero el gallego o el catalán… habiendo el castellano, ¿para qué? Además, el público de teatro no es un público abierto y sensible a las lenguas, quiere entenderlo todo a la primera, por tanto, hay que darle espectáculos que no le supongan un esfuerzo en ese sentido, es importante preservar esa zona de confort y que se entienda todo a la primera. Léase también con ironía, por favor. Esa es la razón, también, por la que, en las librerías de Madrid, Barcelona, Valencia o Sevilla, por citar solo algunas urbes, no vamos a encontrar libros en gallego, por ejemplo, pero sí en inglés, francés, etc. Siempre que voy a Madrid o a Barcelona, me acerco a las librerías y a sus secciones de artes escénicas, en busca de libros de ensayo etc. y puedo comprar textos en inglés y en otras lenguas, pero descubro que Galicia no ha producido ningún libro sobre artes escénicas, ni literatura dramática. Què hi farem, noi! C’est la vie!

La diversidad cultural del planeta Tierra no es cosa fácil, requiere consciencia, curiosidad y algún esfuerzo. Ir al teatro para ver y experimentar otros mundos posibles también requiere curiosidad, predisposición y algún esfuerzo. El resultado, cuando todo funciona, es una maravilla.

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