Críticas de espectáculos

Vida de Galileo/Bertolt Brecht/CDN

La razón ante el dogma

Por definición la creación, la imaginación, el arte y la ciencia no tienen límites. ¿Es la libertad de pensar, de crear, de investigar incompatible con las creencias y sus dogmas inamovibles y con los sistemas ideológicos rígidos? Desde lejos el pensamiento libre que no cabe en las normas del orden establecido fue prohibido, condenado por el poder tanto político como eclesiástico. Hoy la convivencia del poder político o de las varias religiones, creencias, con la ciencia o el arte es muy problemática.

La figura de Galileo (1564 – 1642) fue para Bertolt Brecht emblemática de este conflicto -si no antagonismo- entre la razón y la fe, entre el poder, el orden del mundo establecido y el progreso científico y por extensión el poder de la imaginación.

¿Por qué Brecht, como artista, se proyecta también en la figura de Galileo? La serie de preguntas que formula en Vida de Galileo se relacionan con su propia situación de creador y su doble experiencia del totalitarismo nazi y comunista. Era obligado recurrir en sus obras a la táctica de astucias con el poder.

A partir del antagonismo entre dos principios y actitudes, la duda y la fe, Brecht plantea en Vida de Galileo algunas cuestiones sobre la relación del científico o del artista con el poder secular y eclesiástico, con el dinero y la ética, sobre su papel en la sociedad, su responsabilidad de descubridor por el destino, el uso y las consecuencias de su descubrimiento.

Ernesto Caballero aborda la obra de Brecht, colocándola en su lugar original por excelencia, en el aquí y ahora del teatro, enfocando en su puesta en escena con una coherencia ejemplar tanto la problemática muy compleja de Vida de Galileo como la naturaleza y la substancia estética y dramatúrgica del lenguaje teatral brechtiano.

En su visión escénica de Galileo convergen y se fusionan múltiples capas de lectura de esta obra maestra que nos enseña el único camino real, el de la duda y de la consciencia permanente que nada se puede dar por sentado, todo es provisional.

Galileo Galilei, inventor en 1609 del telescopio, descubridor entre otros del relieve de la luna, de los principales satélites de Júpiter, de la presencia de estrellas en la vía láctea, adhiriéndose al sistema heliocéntrico establecido por Copérnico, puesto en índice en 1616, fundador de la mecánica moderna, etc… fue el pionero del relativismo. Tres siglos después Albert Einstein establece el principio de la relatividad.

Tras la publicación de sus Discorsi sobre dos grandes sistemas del mundo en 1633 la Inquisición le condena y le obliga a retractarse. La Iglesia le ha rehabilitado solo en 1992.

Galileo se enfrenta a «una resistencia generalizada a admitir evidencias empíricas. Frente al poder de las creencias, las conveniencias» explica Ernesto Caballero evocando la frase de Einstein «Resulta más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio».

Proyectando en un principio escribir una pieza inspirada por la figura de Einstein finalmente Brecht eligió la de Galileo, más emblemática, más evocadora, más épica.

Escribió tres versiones de la obra en 1938, 1945 y la tercera en 1955 tras la destrucción de Hiroshima y Nagasaki por la bomba atómica que ha cambiado radicalmente su punto de vista sobre la pureza de la investigación científica especializada y sus consecuencias a veces funestas.

Ernesto Caballero se refiere en esta tercera versión en la cual Brecht modifica las últimas escenas, las de la retractación. Galileo aparece como un prototipo de científico especializado alejado de la realidad social.

Como Galileo, para quien el reto de la ciencia es el progreso, Brecht pensaba que el teatro puede transformar el mundo. La realidad de su vida en la Alemania comunista (DDR) enfrentando las limitaciones y la censura contradijo sus esperanzas y su idealismo.

Tanto la ciencia como el arte están en las manos del poder, quien se sirve de ellos, abusando. En la última versión de Vida de Galileo «Brecht plantea el tema de la resistencia de toda la estructura establecida al cambio» subraya Ernesto Caballero. Poner en cuestión el orden y las ideas establecidas es peligroso. Galileo lo sabe al tomar la decisión de retractase para evitar el destino de Giordano Bruno, condenado por la Inquisición a la hoguera.

Lo que es importante para él es preservar su vida para continuar su trabajo y también este «bon vivant» no quiere renunciar a sus placeres. No es cinismo cuando dice con lucidez «más valen manos sucias que vacías».

En su versión de Vida de Galileo Ernesto Caballero corta unas partes y discursos didácticos hoy inútiles, conservando lo esencial de la trama y del conflicto.

Con una remarcable coherencia, articula su dramaturgia escénica sobre la radical vuelta de tuerca, el cambio de la perspectiva, que producen los descubrimientos de Galileo derribando el orden establecido del mundo. Materializa este cambio de perspectiva optando por un escenario redondo rodeado por el público. La escena giratoria relativiza el punto de vista, creando al mismo tiempo la metáfora del cambio, del movimiento permanente.

Opera la distanciación brechtiana convocando al autor, Brecht, «estableciendo una relación en el presente del teatro, en el aquí y ahora con el espectador.»

Brecht, interpretado por el actor quien también interpreta a Galileo, irrumpe en el escenario en inicio del espectáculo, comenta su obra, discute con los actores hablando en alemán mientras que una actriz traduce y presenta al reparto. En otro momento interrumpe la representación, explica, corrige la actuación de los actores como si fuera el director de su propia obra. En el final del espectáculo aparece en el escenario con un cigarrillo…

Las canciones, estilizadas en los song de Hanns Eisler, interpretadas por tres músicos en el escenario y un actor cantante, Alberto Frías, anuncian antes de cada secuencia lo que va a suceder.

Pocos elementos en el escenario : un escritorio con ruedas, una silla, unas mesitas metálicas desplazadas por los actores, una esfera celeste con la tierra en el centro, un telescopio con ruedas y al final una silla de rueda para Galileo viejo.

En algunos momentos se proyectan imágenes en el suelo como por ejemplo la cúpula de una iglesia, un diseño de da Vinci del cuerpo de un hombre.

Los vestuarios negros, solo el Papa en blanco; los curas con vestidos parecidos a las sotanas, las mujeres con vestidos largos; Andrea al final con una cazadora y una mochila. En la escena del carnaval los actores se ponen máscaras que representan un gran pico de pájaro.

Ernesto Caballero crea imágenes pertinentes y poéticas, como por ejemplo en la ultima escena cuando Andrea con prendas modernas visita a Galileo viejo. En el momento en que Galileo va a confiarle su manuscrito escondido en el globo terrestre, las hojas de su manuscrito (y tal vez de esta obra de Brecht) caen del telar.

Caballero maneja, con su sentido excepcional de la dramaturgia escénica, las situaciones, imprime el ritmo rápido, una fluidez al encadenamiento de las secuencias y orquesta con maestría la actuación de los actores que desbordan a menudo el escenario incluyendo a los espectadores en la acción.

Ramón Fontseré es impresionante en el papel de Brecht y Galileo. Todos los actores son justos, naturales en sus papeles.

Es indiscutiblemente una propuesta escénica ejemplar, fiel a la obra de Brecht, innovadora, con una lectura de la obra desde su esencia y desde hoy.

Irène Sadowska Guillon

Obra: Vida de Galileo – Autor: Bertolt Brecht – Traducción: Miguel Saenz – Versión y dirección: Ernesto Caballero – Escenografía: Paco Azorín – Iluminación: Ion Aníbal – Con: Chema Adeva, Marta Betriu, Paco Deniz, Ramón Fontsere, Alberto Frías, Pedro G. De las Heras, Ione Irazabal, Borja Luna, Roberto Mori, Tamar Novas, Paco Ochoa, Macarena Sanz, Alfonso Torregrosa y Pepa Zaragoza – Músicos: Javier Coble, Pau Martinez y Kepa Oses – En el Teatro Valle Inclán (CDN), Madrid del 29 de enero al 20 de marzo 2016

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