Velaí! Voici!

De pantallas, máscaras y espejos

CATOPTROPHILIA es un exagerado amor y dependencia de los espejos y de mirarse en ellos. El personaje podría ser NARCISO, pero el espejo no es el agua de un lago sino el mineral pulido, el cristal, que refleja nuestra imagen. CATOPTROPHILIA es una obra audiovisual del artista gallego DAVID FERRANDO GIRAUT que se puede ver en el MARCO de Vigo (Museo de Arte Contemporáneo), dentro de la exposición titulada «Veraneantes».

En CATOPTROPHILIA se puede contemplar un espejo de mano egipcio del Nuevo Reino (s. XV a.C.), conmemorativo de Hator, diosa de la belleza. El espejo gira encima de una especie de pico, la herramienta de mano que sirve para cavar o picar mineral. Mientras gira van apareciendo y desapareciendo imágenes de rostros y bustos de diferentes épocas y culturas (Egipto, Grecia…), esas máscaras en las que, en algún momento, congelamos nuestra identidad voluble, dinámica, poliédrica, contradictoria y vital. De repente el espejo se transforma, como por arte de magia, en un iPhone 4S Elite de Apple. Y velahí esos nuevos espejos en los que realizamos la dramaturgia del ego, esas pantallas de Smartphone u ordenadores delante de las que pasamos mucho tiempo y en las que podemos modelar, consciente o inconscientemente, nuestra imagen, en las que proyectamos una determinada composición del personaje.

Una voz en off en inglés nos narra, en CATOPTROPHILIA, que la tendencia humana de crear imágenes dependió, desde tiempos remotos hasta la actualidad, del abastecimiento de minerales «creando casi siempre una cadena de esclavitud en la que una clase poderosa (antiguamente la aristocracia, ahora los ciudadanos de los llamados países del primer mundo) accede a la creación de su imagen; que, a su vez, ejerce otro tipo de sometimiento, de dependencia, sobre ellos». Queda patente esa dimensión política e ideológica de esta obra de David Ferrando Giraud, en la que se nos revela como una «esclavitud» genera otra, en un bucle de justicia en el que nadie se salva, pues los explotadores acaban siendo víctimas de su propio rol.

En el campo expandido de la dramaturgia Erving Goffman la utilizó para analizar y estudiar los comportamientos sociales, los roles que las personas actuamos en nuestra comunicación y relación con otras personas y en cómo nos (re)presentamos ante el público que nos rodea. Goffman sugiere que nuestras relaciones pueden ser consideradas como guiones o dramaturgias, que no solo incluyen palabras, sino también gestos y acciones. Como toda dramaturgia, nuestras interacciones sociales se basan en una estructura de acción, prevista, ensayada y con un importante índice de repetición que permita un reconocimiento y una referenciación dentro del orden social. Las teorías de Goffman que extienden el campo de la dramaturgia han sido aplicadas a diversos contextos sociales, entre ellos los «chat rooms» de Internet.

Las pantallas reflejan, igual que aquel antiquísimo espejo que aparece en CATOPTROPHILIA, la imagen que queremos dar. Velahí los perfiles, con fotos, textos, vídeos, músicas, diseños, fondos cromáticos, etc. que utilizamos en Internet: en las redes sociales, en los diversos grupos de contacto, en el whatsapp, etc. Máscaras modeladas sobre pantallas de cristal líquido (LCD) o, en un futuro próximo, de grafeno, en las que proyectamos esa imagen que deseamos dar.

Curiosamente AS PANTALLAS son unas máscaras de raíz celta del Antroido (carnaval) de Xinzo de Limia (Ourense). Además, una de las acepciones de la palabra «pantalla» hace alusión a algo que se interpone o que se pone delante de una persona para ocultarla. Ahí la pantalla puede cumplir una función paradójica al ocultar a la persona para desvelarla, o para revelarnos al personaje (que vendría a ser su metáfora). La máscara nos puede enseñar el rostro deseado o ansiado.

Esa foto que pones en tu whatsapp, con el traje de una boda, sonriente, haciendo un gesto de presentador de programa-concurso de televisión, proyecta una imagen tuya que te salva de esa otra cotidiana y doméstica, de ese ser complejo que debe enfrentarse al desempleo o a un trabajo que no le gusta, a la carestía de la vida, a los conflictos familiares y de pareja y al sin fin de contingencias a las que debes hacer frente. En esa foto te vemos como un personaje radiante y feliz, un personaje con don de gentes, alegre y dicharachero. En esa foto se cifra tu deseo, tu sueño, o una parte consciente o inconsciente de él.

En un perfil de la red social aparece otro personaje contradiciendo las etiquetas que socialmente le hayan podido asignar a la persona, para oponerse a un encasillamiento generando otro.

Porque, finalmente, somos esclavos de esas máscaras al igual que lo somos de sus soportes, un contrato de conexión a internet, un Smartphone, un ordenador, una Tablet, etc. La cadena tiene muchos eslabones enlazados entre sí, desde los derivados de las nuevas necesidades de consumo, hasta los desasosiegos psicológicos alrededor de nuestra identidad y la manera de controlarla y ser dueños de ella de cara a la recepción, al público. De cara a las relaciones que necesitamos, así mismo, como espejos en los que mirarnos y aceptarnos.

Paralelamente a la exposición de «Veraneantes» en el MARCO de Vigo se puede asistir a un ciclo de cine y performances, que se titula «MATERIAL MEMORIA» y que está comisariado por el poeta y dramaturgo vigués Pablo Fidalgo Lareo.

Recientemente, el 1 de febrero de 2014, pude presenciar «VISITA GUIADA» de la coreógrafa, performer y artista plástica lisboeta CLAUDIA DIAS.

La performance es ya un género dentro de las artes escénicas, con sus propias convenciones, que pueden ser más o menos alteradas.

Quizás la convención de juego más importante de la performance radique precisamente en una renuncia a las ficciones imaginarias previamente construidas, centrándose, en todo caso, en deconstruir y en desnudar(se), literal y metafóricamente.

Contra las pantallas, contra las relaciones diferidas o con pantallas interpuestas, contra los personajes, se enciende el cuerpo y la persona escénica del performer, de la performer. Los materiales son reales y no se esconden tras la pantalla de una ficción. La actriz, el espacio, los objetos, los documentos, no se esconden ni disimulan para que emerja un constructo ficcional imaginario. La realidad y la materialidad escénica quiebran el unificador espejo del realismo (ilusionismo) para afirmarse como materia e impulso vivos y veraces en el juego.

«VISITA GUIADA» de CLAUDIA DIAS es una performance en la cual los pequeños objetos de consumo se adhieren al cuerpo desnudo, como gadgets imprescindibles de identidades secundadas por el consumo en el tránsito hacia la era cíborg.

Pañuelos de papel, compresas, cigarros, cerillas, pasta dentífrica, barra de labios, hilo dental, una pequeña botella de agua… que le sirven a Claudia Dias para escribir sobre el espacio vacío la maqueta de la memoria. Una trama de objetos con la que traza los escenarios en los que la historia de una ciudad, Lisboa, se mezcla y forma parte de la historia de la persona.

Desde la imagen de su cuerpo desnudo, en el que va pegando con cinta adhesiva esos pequeños objetos cotidianos, hasta la construcción de esa maqueta de Lisboa, ilustrada por lo que nos va diciendo, la performance intensifica su dimensión política. Quizás porque no existe memoria que pueda escindirse de una perspectiva política e ideológica cuando restituye una historia. Pues toda historia acaba por ser, finalmente, una perspectiva que establece un orden y una forma en el caos multiforme y huidizo de la vida.

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