El Hurgón

El diablo e internet

Estuvo deambulando por la red una fotografía, de jocosa ternura, mostrando a un niño, hablando por teléfono y solicitándole al operador de internet la suspensión del servicio de wi fi, porque necesitaba conectarse de manera tradicional con su madre, quien en esos momentos estaba embebida en facebook, porque el niño necesitaba resolver un problema, imposible de hacerlo a través de la red, como cambiar su pañal.

La intención de dicho mensaje cifrado en el episodio de la fotografía seguramente, suponemos, no era hacer un apunte jocoso, sino demostrar, a través de una manera idónea, como lo exige la contemporaneidad, es decir, llamando la atención con un disfraz, que el internet interrumpe las relaciones sociales, desconecta a las personas de sus obligaciones fundamentales, incluidas las filiales, y que la gente anda enloquecida, imbuida en el nuevo vicio, asociado con las redes, cuyo hábito, según estos críticos, genera una dependencia similar a la de las drogas.

Todos estos argumentos pueden ser ciertos, dependiendo de cómo tome cada quien el asunto. Pero antes de seguir adelante debemos reconocer que el adiestramiento al que somos sometidos desde cuando nos paren, conduce a la más absoluta dependencia, por lo que es saludable para la discusión aceptar que vivimos en riesgo de dependencia permanente.

Así ha ocurrido siempre con las innovaciones con capacidad de romper hábitos, porque la antigüedad de éstos genera la impresión de ser inacabables.

La aparición del radio de transistores, que permitió a la gente caminar y escuchar la radio al mismo tiempo, y otros inventos capaces de sugerir una disolución social, como la televisión, fueron objeto de catastróficos vaticinios, pero el problema, lo han dicho muchas veces estudiosos sensatos de estas innovaciones, consiste, no en la innovación misma sino en el uso que el ser humano hace de ésta y que, general e infortunadamente tiende a ser el de la manipulación.

Podemos suponer, en gracia de discusión, que detrás de todo cambio también surge el control para evitar que dicha innovación esclarezca indiscriminadamente a quienes la usan y terminen por ello adquiriendo una independencia que ningún sistema de poder está dispuesto a otorgar, y dicho control radica en el envilecimiento a que se somete la innovación para convertirla en un simple entretenimiento y símbolo de comodidad, y restarle su capacidad para modificar la conducta intelectual de quien la usa. Eso pasó con la radio, sucedió con la televisión y ahora ocurre con internet, mecanismo con el cual muchos encuentran una nueva forma de entretenerse y no logran por ello conocer los alcances del mismo para establecer una comunicación fluida y crear una integración múltiple.

Todo proceso se va decantando con la práctica y la discusión. Somos de la opinión de que el ser humano tiene la capacidad de percibir el momento en el cual debe intervenir con decisión para evitar ser arrastrado hasta el colapso. No debemos entender la caída de algunos como una tragedia humana. A la innovación siempre la asumirán algunos sin interés de proceso, solo por comodidad y entretenimiento, pero también están detrás de ella los de mente vigilante cuyo objetivo es introducir la discusión, que es con la cual cualquier proceso se viene al suelo si está parado sobre bases falsas.

Emparentar a internet con el demonio es una forma de inventar un credo para cerrar un camino, cuyo recorrido nos puede llevar a reconocer los alcances de esta innovación para el desarrollo.

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