Y no es coña

La estaca

Esa canción de Lluís Llach que tanto hemos tarareado o cantando, dice que si tú estiras desde un lado y yo estiro desde otro, seguro que se cae lo que tenemos atado. Era la dictadura en lo que pensábamos en los años sesenta y setenta. Cuando ahora se canta tiene otro significado y lo que se quiere tumbar es una noción política y de cualificación democrática. Pero colocados en esta tesitura, en un día más de incertidumbre e inquietud que a veces se vuelve miedo, me acerco a las artes escénicas y me entra un escalofrío.

Por partes. Álex Rigola, la semana pasado mostró su desacuerdo con el PP, dimitiendo de su cargo en los Teatros del Canal. Coherencia se llama eso. Después, al poco, leyendo detenidamente su carta de dimisión y las declaraciones de sus jefes directos, comprobamos que se trataba de una dimisión en  diferido. Es decir, se va al ver las cargas policiales en su Barcelona natal, se siente concernido y pacta su salida. Resumiendo, parece ser que sigue trabajando hasta terminar la temporada y dejar programada la siguiente. Pensemos despacito. Y después damos la opinión.

En Barcelona, capital, la bajada de público en estas semanas es dramática. Más del setenta y cinco por ciento ha bajado la asistencia y por ende la recaudación. Salas suspendiendo funciones, teatros haciéndolas para veinte espectadores. Son salas y teatros donde las compañías van a porcentaje. Es decir una ruina. Los que están desplazados para suicidarse. Los locales para llorar. Pero también es tiempo para reflexionar, para comprender y definir otra vez  la función del teatro. Me imagino que los teatros con obras disolventes, comerciales, de risa barata, sufren menos que los que programan propuestas escénicas de mayor enjundia artística. Y ante la situación general de Catalunya, una población bastante afecta a las artes escénicas, ¿quién decide ir al teatro, si las calles están repletas de himnos, banderas y canciones movidas y cantadas por cientos de miles de ciudadanos? Debemos tener presente que siempre, siempre, en todas las circunstancias, el teatro es un bien común, pero muy frágil.

Oigo algo que me descorazona mucho, pero mucho, y quiero insistir, mucho. En el Teatro Real de Madrid se está haciendo una versión de la Carmen de Bizet, en montaje premiadísimo durante muchos años de Calisto Bieito, que se ha paseado por los mejores escenarios europeos. Pues bien, se nos dice con absoluta tranquilidad que se han suprimido dos escenas en donde aparece la bandera española. Y eso me da miedo, eso me hace que La estaca de Llach vuelva a resonar en mi cabeza con fuerte significado de lucha contra la censura. O la autocensura. ¿Por qué si se ha visto en escenarios importantes con esa bandera, en la capital de España no puede verse? Si el director accede a que se suprima esas escenas, admite la censura, ¿o es que era gratuita la presencia de esa bandera en esas escenas?

Todas las preguntas que me hago, tienen respuestas poliédricas, pero anuncian tiempos oscuros. La autocensura, el no poder en libertad nadie, ni en su entorno familiar ni en su círculo de amigos decir con simpleza y sin reproche si eres independentista, españolista, neutro o simplemente una ciudadana que espera vivir en libertad y tranquilamente defendiendo su idea, su trabajo, su familia y sus hijos. Eso me da bastante miedo. Creo que volver a ver cómo se han apropiado de la bandera española constitucional un partido y unas ideas muy extremas, es lo peor que está pasando.

Y recuerdo a todos, que algunos, yo mismo, hemos hecho teatro con censura previa, debíamos mandar al ministerio los textos, que venían tachados en frases o palabras, que en los ensayos generales venían inspectores a verlos y siempre preguntaban por las banderas, no fuera que sacáramos la republicana o la comunista o la anarquista. Y después en los teatros había unas localidades para los agentes de la policía, que entraban por la cara, para informar.

No quisiera volver a sentir la censura ni siquiera en una versión Light, aunque creo que la dura, la fuerte  de verdad, es la económica a la que se nos tiene sometidos de manera constante.

Por eso cantaré hoy por lo bajini La Estaca. Pero para acabar con la estulticia política y la auto-censura. Y estiraré fuerte por ambos lados si es preciso.

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