Y no es coña

Lecciones mexicanas

Escribo desde Ciudad de México, en el marco de su Feria del Libro Teatral, y con la responsabilidad de formar parte de un Jurado que concede el Premio Internacional de Ensayo que con el auspicio del Centro de Investigación Teatral Rodolfo Usigli (CITRU), el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), convocan la revista mexicana Paso de Gato y ARTEZ.

En este contexto las sensaciones se entremezclan, ya que existe una parte muy obvia sobre la función «mercantil» de la venta de libros, que no deja de ser una parte fundamental de este encuentro por lo que tiene objetivamente de difusión de textos, dramáticos o de teoría y practica, y por otro la manera que se organiza este acontecimiento que ha llegado a su cuarta edición. Una ciudad como México con veinte millones de habitantes, tiene mucho, de todo. Y hay muchos teatros, y hay muchos practicantes, alumnos, profesores, aficionados, profesionales, investigadores, teóricos, dramaturgos, directores.

En esta nueva instancia se reafirman dos cuestiones fundamentales. El lugar donde se celebra la Feria es el Centro Cultural El Bosque, un complejo teatral donde hay cuatro salas de exhibición que está en funcionamiento constante con programaciones de sumo interés, la Coordinación Nacional de Teatro, el magnificente Auditorio Nacional y la Escuela Nacional de Danza Folklórica, entre otros focos referenciales de las Artes Escénicas.

Se organiza la Feria en territorio del INBA, con apoyo logístico y económico de la Coordinación Nacional de Teatro, y la colaboración de otras instituciones ocupadas en el asunto y con el impulso de la revista Paso de Gato y el CITRU, por lo tanto es algo que está conectado con la realidad teatral, tanto en la práctica, como en la comunicación y la investigación. Es una Feria para todos los sectores, amparada y promovida desde el órgano adecuado, dejando protagonismo a los participantes y dotándole de otros contenidos formativos, divulgativos, de contacto más allá de los stands, con una buena cantidad de talleres de diversas características, de charlas, debates, presentaciones, una jam de dramaturgia, lecturas dramatizadas y la programación específica de los tetaros del complejo con un programa destinado a visualizar las dramaturgias de los otros estados mexicanos.

Es algo vivo, interesante para la comunidad teatral en su conjunto, sin protagonismo sobrenatural de ninguna de las partes y con unos contenidos realmente enjundiosos, porque no se trata de meras presentaciones, sino de mesas de debates, tratando asuntos importantes, tanto para los teatristas mexicanos, como para los que acudimos de otros puntos, porque son lecciones constantes con fundamentos sólidos, de conocimiento, de acercarse al teatro, a las artes escénicas, desde una perspectiva más profunda, elevándolas a una categoría superior. No se escucha ni una queja, sino que se proponen análisis de dramaturgias o se presentan experiencias realmente aleccionadoras. Siempre en un nivel lato de exposición y de contenido.

Uno sale siempre reconfortado al constatar que existen posibilidades objetivas de que el Teatro no esté sólo en manos de los mercaderes y sus agentes, sino en la compañía de la inteligencia, del compromiso con el propio arte, con la toma de postura ante los hechos que atormentan a las sociedades, y se expresan desde el discurso elaborado, fundamental, profundo. Escuchar estos encuentros es aprender de lo coyuntural y de lo estructural, de reafirmarse en lo ideológico y en lo funcional. Es renovarse, sentirse parte de algo imperecedero, trascendental, con sentido artístico, social y político.

Están a años luz de nuestra estrechez de miras, de nuestras pequeñas disputas sobre asuntos domésticos e intranscendentes que abocan a la mediocridad, sin discurso poético, buscando solamente una confirmación gremial, sin más miras por delante que una subsistencia profesional.

Estas y muchas otras son las lecciones mexicanas que nos reafirman en la necesidad de cambiar de arriba abajo el paradigma español, el sistema obsoleto de producción y exhibición y la urgentísima necesidad de establecer unos nuevos objetivos formativos que rompan con la actual rutina de titulación para poder acceder a funcionariado. Es urgente tomar medidas regeneracionistas.

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