¿De qué sexo es la palabra?

Cuando la carne se abre

Uno se cae adentro de una palabra, y en ella entra el cuerpo, el pensamiento, los ensayos de ficicón, las relaciones personales, pero uno sigue rastreando, hasta el fondo, ¿que hay? ¿Tiene fondo?No importa la respuesta. Uno no busca porque haya respuesta, uno busca por desesperación , por falta de aire, y se mete adentro de la palabra, y encuentra esa oscuridad necesaria para la próxima página. Escribir duele. No así ensayar. Son sentimientos palpables y diferentes. Montar y producir. Pedir dinero en convocatorias para subsidiar el proyecto. Vivir. Presentar tu texto. Ser rechazada. Un abandono y un elogio en el mismo día. Soy para alguien, no existo para otro. Uno me lee ,otro me niega. A pesar de eso se debe llenar la heladera, arreglar la casa, escuchar a tu hijo y sus problemas. Entonces uno aprende: acumulo capas. La vida es eso. Todas las capas en un mismo día con una apariencia normal y estable. No sucede la tragedia, no hay imágenes graves, ni destinos irreparables. Pero la intensidad y sus multiplicaciones: hacen nido. Y la palabra merodea, deambula , frágil, busca espacio, tiempo y espacio. Silencio diría el poeta. El que escribe necesita silencio, que no es la ausencia de ruido, ni el espacio solitario. El silencio siempre se encuentra en el fondo, después de todo: de la tristeza y la alegría. Después viene el silencio y trae la palabra esperada, esa que se va. Que nos espera del otro lado. Alguien deja de amarme. Un hombre no me responde los correos ni los mensajes de texto. Sola.

Vuelvo a los ensayos, y organizo las cosas en lugares bien organizados. Los actores, el texto, la escena, los diseñadores, la música, mis colaboradores, producción, mi asistente. Las formas de unión, fusión, no siento la soledad del director de la que tanto hablan. Nunca me siento sola cuando ensayo. Será que el pulso colectivo de la escena se impregna. Se vive. La escena y ese mararvilloso acto creacional donde se unen las partes. Es impensable que de la escena salgan actos egoístas. La escena es una usina de solidaridad. Indispensable. Esa máquina de solidaridad tan necesaria en estos tiempos que vivimos, donde la confusión se da con mucha velocidad. Detenerse. Observar. Y vuelve el maestro ruso a recordarme: observar más y más la realidad, escucharla, detenerse sin congelarse, detenerse sobre uno y esperar, observar y analizar. Muchos verbos juntos quizá. Sí, muchos, pero no demasiados. A veces es necesario acumular para poder elegir, o sentarse a elegir, esas decisiones tan aplazadas y que deben tomarse. Ayer iba a lo de mis padres donde me estoy quedando porque hace 20 días que me quedé sin baño por peligro de derrumbe, bueno esas cosas que aporta la realidad y el peligro de vivir en un edificio muy viejo. Entonces desde que la realidad me abruma y me da sin descanso, decido enfrentarla por dos caminos.

Uno: la reto y la observo.

Dos: me hundo en la palabra para aprovechar la angustia y no desperdiciarla en lágrimas inútiles.

Volviendo al plan uno: observo.

Ayer, en la calle, observé lo siguiente. Un hombre y una mujer entre 55 y 65, están cerca uno del otro, ella tiene el rostro luminoso, sonríe y cambia de expresión, él le habla cerca, muy cerca, su rostro no expresa nada, y no oigo nada. Pero a través del rostro de ella, puedo ver la ilusión y la esperanza. Elijo esa imagen para terminar el día.

Y para compartirla con ustedes.

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