Críticas de espectáculos

Jardiel, un escritor de ida y vuelta/CDN

El homenaje a Enrique Jardiel Poncela y al teatro

En su espectáculo Jardiel, un escritor de ida y vuelta, Ernesto Caballero reivindica y recupera la obra de Enrique Jardiel Poncela, renovador de la comedia moderna. Con su sabiduría excepcional de la maquinaria teatral, su vasto espectro de humorismo con un toque esperpéntico, absurdo y surrealista, Jardiel lleva la comedia a su cumbre.

Repasando su versión Un marido de ida y vuelta, convocando al escenario al propio autor, Ernesto Caballero potencia el procedimiento del teatro dentro el teatro y multiplica los niveles de la teatralidad, conjugando así, en este fuego de artificio teatral, la vida y la obra de este autor fuera de serie, problemático, irrecuperable. Caballero no solo hace justicia a Jardiel, rechazado por prejuicios ideológicos del mundo teatral y literario, sino a su obra, devolviéndole su rango en la dramaturgia contemporánea y el puesto que merece en los escenarios más importantes, en esta ocasión en el CDN de Madrid.

Fiel a la obra de Jardiel, Ernesto Caballero ha añadido en su versión de Un marido de ida y vuelta un prólogo y dos entreactos relacionados uno con la tormentosa vida amorosa y otro con el posicionamiento político conflictivo del escritor. Caballero le introduce en la trama dramatúrgica creando así un juego teatral a la Pirandello.

Jardiel vuelve del mundo de los muertos, como un espectro, a semejanza de Pepe, el personaje muerto de su obra, y se aparece a sus personajes interactuando con ellos, en el modo de Seis personajes en busca del autor.

Pepe, marido de Leticia, fallece repentinamente durante la preparación de una fiesta de disfraces. Antes de morir hace prometer a su amigo Paco que no se casara con su viuda. Paco no cumple su promesa. Después de su casamiento con Leticia comienzan a producirse en la casa sucesos extraños. El fantasma de Pepe, disfrazado de torero, aparece pidiendo cuentas à Paco y Leticia.

En Jardiel, un escritor de ida y vuelta, Caballero destaca algunos hechos biográficos, las heridas profundas del autor entrelazándoles con las peripecias surrealistas de los personajes.

La ida y vuelta entre la vida y la obra del escritor empieza con el prólogo, el poema inacabado de Jardiel en la voz en off, hablando de la miseria de sus últimos años, de su obra plagiada, como vive desahuciado pasando frio, «solo como el perro olvidado por el dios de los canes», y como para sobrevivir escribe chistes.

En el final del prólogo Jardiel aparece en el escenario vestido con un impermeable, buscando a su perro y se encuentra con Eloísa, personaje muerto de su obra Eloísa está debajo de un almendro, pidiendo al autor que le escriba un verdadero papel. ¿ Se puede amar a un espectro ? pregunta Jardiel. «En el teatro todo es posible» le responde Eloísa. Esta breve secuencia se repite al final del espectáculo.

En los entreactos Jardiel, con el impermeable sobre su traje blanco de torero, se dirige al público, hablando de su vida sentimental complicada y de sus enfrentamientos con la crítica y el público de su época.

En el secundo entreacto, interrogado de forma inquisitoria por los actores / personajes desde los palcos sobre sus compromisos e ideas políticas, Jardiel explica sus relaciones con la política, su rechazo a los fanatismos ideológicos tanto de izquierda como de derecha. Y habla además de sus obras censuradas y en algún caso prohibidas.

La obra se desarrolla en el teatro. La escenografía de Paco Azorín es la réplica del Teatro María Guerrero con sus palcos y platea. Los actores actúan a veces en los palcos. En el centro del escenario, un sofá redondo, una mesita baja y algunas sillas, evoca un salón donde se prepara la fiesta de disfraces.

A medida que la acción avanza, el escenario se vacía y en el IIIe acto una parte de los palcos se levanta como si el teatro se estuviera deshaciendo.

Situaciones inverosímiles, absurdas, efectos de sorpresa se encadenan con un ritmo veloz. Ernesto Caballero despliega con maestría todos los tonos del humorismo de Jardiel, desde la ironía, la caricatura, lo grotesco, hasta el humor áspero, descarnado y a veces violento.

Así por ejemplo los personajes están un poco ridículos con sus disfraces caricaturescos: Pepe como torero con barba, Paco como un mosquetero, Gracia con un vestido a lo Medicis etc…

Los guiños musicales acompañan las apariciones de personajes, la marcha «Toreador» de Carmen de Bizet la de Pepe torero y «Celeste Aida» de Verdi, la de Leticia como Cleopatra.

En el IIe acto los personajes llevan vestidos de los años 30, solo Pepe muerto sigue con su traje de torero.

En el III acto, Leticia muerta vuelve con un vestido blanco gris.

Los 14 actores interpretando a 19 personajes se mueven como equilibristas en la cuerda floja en situaciones increíbles, imprevisibles, entre la realidad de Jardiel y su ficción, cambiando permanentemente los tonos y los registros de su actuación.

Jacobo Dicente como Jardiel y Pepe, Lucia Quintana, Leticia y Eloísa, son destacables en sus papeles de personajes desdoblados.

Paco Ochoa, como Paco, deslumbra por su talento cómico. Hay que subrayar la inteligencia y la perfecta coherencia de la dramaturgia escénica en que Ernesto Caballero iguala el arte de la maquinaria teatral de Jardiel, multiplicando capas de teatralidad. Lo hace con sutileza y de forma poética.

El final es magnífico cuando los actores se despojan de sus personajes, se levantan y, saliendo de la ficción teatral, entran en el mundo real.

Irène Sadowska

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