Un cerebro compartido

La improvisación y las neurociencias

Qué es lo que hace que un espectáculo de improvisación funcione? Lo primero es conseguir que sea divertido y para eso, paradójico, hay que ensayar. En efecto, la improvisación tiene por detrás mucho trabajo de ensayo. Si hay una actividad que es común a casi todos las metodologías para formarse como intérprete es la improvisación en sus muchas formas de jugarse, pero ¿podemos improvisar todos? Bueno, por poder, podemos, pero como todo, requiere entrenamiento. No es tan fácil eso de desinhibirse y lanzarse a ser espontáneo. En primer lugar, tenemos que atenernos a unas reglas que hasta la impro las tiene. Una vez asumidas, se trata de crear escenas y diálogos con o sin texto y, por supuesto, sin un guion preestablecido. No queda otra que confiar en la intuición, la creatividad y la escucha escénica para dar vida a personajes, historias y situaciones que se desarrollan en tiempo real. Y el cerebro en estas situaciones se ilumina como un árbol de navidad.

Para comprender la improvisación teatral desde la perspectiva de las neurociencias, primero debemos echar un vistazo al cerebro humano. Sabemos que el cerebro es el órgano responsable de materializar acciones y pensamientos. Cuando improvisamos, estamos poniendo a trabajar una serie de procesos cerebrales sorprendentes. El área clave que se activa en este trabajo es la corteza prefrontal, que está implicada en la toma de decisiones, la planificación y la creatividad. A medida que los actores se adentran en sus personajes y escenas, su corteza prefrontal está sobre excitada, generando ideas y soluciones en tiempo real. Además, durante una impro también se involucran regiones del cerebro responsables de la empatía, la comunicación y la imaginación. Sin la participación del córtex cingulado anterior y la ínsula anterior no podríamos improvisar ya que estas áreas se activen cuando estemos escuchando y accionando o reaccionando, conectando con los demás sobre la escena.

Una improvisación implica crear una historia sobre la marcha así como construir un personaje de la nada y sin pensarlo, pero ¿de dónde sacamos los personajes? Pues lógicamente tiramos de imaginación, pero también de memoria e hipocampo. Este último es una especie de archivo cerebral que registra experiencias para recuperarlas después. A esto se llama recordar. Durante una improvisación, el hipocampo trabaja para ayudar al intérprete a crear y también a recordar cualquier información que pueda traerse a la impro. Después de esto, se trata de construir y para ello la dopamina es una ayuda excelente. La improvisación teatral no solo involucra procesos cognitivos, también entran los emocionales. Uno de los neurotransmisores clave en el cerebro es la dopamina, que está asociada con la sensación de recompensa y placer. Cuando los actores están en pleno flujo creativo durante una actuación improvisada, el cerebro libera dopamina como si no hubiera un mañana y esto genera una sensación de satisfacción y diversión que hace querer seguir improvisando sin parar. Imagina estar en el escenario, interactuando con tus compañeros y con el público, esa sensación de euforia y éxito está relacionada con la liberación de dopamina en el cerebro. La improvisación teatral es una fuente constante de gratificación, lo que la convierte en una experiencia adictivamente placentera.

Otro aspecto emocionante de la improvisación es la capacidad para conectarse con el público de una manera única. La resonancia cerebral, un concepto muy tratado en neurociencias, se refiere a la capacidad de una persona para comprender y empatizar con las emociones y experiencias de otra. Cuando los actores improvisan, están en sintonía con sus compañeros de escena y, al mismo tiempo, con la audiencia. Esto se debe a que están constantemente leyendo las señales emocionales de todo el mundo, lo que les permite ajustar sus acciones y diálogos de acuerdo con la respuesta emocional de la audiencia. La resonancia cerebral es lo que hace que la improvisación teatral sea una experiencia tan intensamente humana y conmovedora.

Con todo y con esto, hay que subrayar la importancia de la improvisación teatral como entrenamiento actoral. No solo es divertida, sino que también puede tener beneficios significativos para el cerebro. Algunos estudios sugieren que la improvisación puede mejorar la memoria, la creatividad y la empatía. Además, ayuda a superar el miedo al escenario y a mejorar habilidades de comunicación. Por experiencia propia puedo decir que la improvisación también es una forma efectiva de reducir el estrés y la ansiedad. De eso se encarga otro neurotransmisor, las endorfinas, que son liberadas generando bienestar. En fin, si nunca lo has probado, hazlo. Hacer improvisación teatral es una experiencia sorprendente y adictiva. Bendito teatro.

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