Un cerebro compartido

La interpretación y la neurociencia

Las neurociencias son el conjunto de disciplinas que estudian el sistema nervioso y sus funciones, desde la estructura molecular hasta el comportamiento y la cognición. La primera parte es mejor dejársela a quienes se deciden por una profesión dentro de las ciencias de la salud mientras que nosotros nos centramos en cómo abordar el comportamiento y la cognición desde las artes escénicas ¿Cómo maridar estos conceptos con el estudio teatral para generar la aparición de expresiones transformadoras en quienes lo ejecutan y lo reciben? En principio, no parece tan complejo; independientemente de en qué universo visible o invisible nazca el arte, este siempre será procesado por el cerebro y el cerebro siempre se modifica con el arte, así que sí, si eres intérprete, te conviene estudiar o al menos conocer las bases de las neurociencias cognitivas para entender tu capacidad transformadora.

Hacerlo ayuda a entender el proceso creativo, la relación entre intérpretes, y entre estos y espectadores, y, por qué no, los beneficios de la práctica teatral para la salud física y mental. En primer lugar, las neurociencias ayudan a entender mejor el proceso creativo que subyace en la creación de personajes y desarrollo de tramas. La creatividad no es más que la capacidad que tenemos para generar ideas originales en la tarea de la resolución de problemas o de su expresión ¿dónde se procesan estas ideas? (ojo que no digo generan) Desde las neurociencias se han identificado algunas de las regiones cerebrales involucradas con la creatividad (o con el proceso que la origina), como la corteza prefrontal, el lóbulo temporal o el cuerpo calloso, regiones que se activan cuando se realizan tareas que requieren pensamiento divergente, asociación de conceptos, flexibilidad cognitiva o imaginación. Además, las neurociencias hablan de diferentes tipos de creatividad, como la espontánea o la deliberada, y que se pueden entrenar mediante ejercicios específicos. Por ejemplo, se ha demostrado que practicar la improvisación teatral mejora la fluidez verbal y la capacidad de generar respuestas innovadoras. Por tanto, conocer los mecanismos cerebrales de la creatividad puede ayudar a los estudiantes de artes escénicas a desarrollar sus habilidades creativas y a optimizar su rendimiento artístico.

Tan importante es entender el proceso creativo como asumir que el espectador debería integrarse en éste. La relación entre intérpretes y espectadores condiciona la experiencia de una representación, es una relación fundamental para entender la estética compartida a través de la que transmitir y recibir emociones e ideas. Las neurociencias han revelado que existe un sistema neuronal especializado en esta función de la que hemos hablado en esta columna en más de una ocasión, las neuronas espejo. Las neuronas espejo son células nerviosas que se activan cuando realizamos una acción o cuando vemos realizarla a otra persona. Esto puede entenderse como que podemos simular mentalmente lo que hace o siente el otro y así comprender su intención y su estado emocional. Las neuronas espejo se encuentran en varias regiones del cerebro, como la corteza premotora, el área de Broca o la ínsula. Estas regiones se relacionan con el movimiento, el lenguaje y las emociones, respectivamente. Por tanto, las neuronas espejo pueden explicar por qué nos emocionamos cuando vemos a un actor llorar o reír en una obra de teatro, o por qué nos contagiamos del ritmo y la energía de actores/actrices y bailarines/as. ¿No sería interesante que un estudiante de artes escénicas tuviese claro el funcionamiento de este proceso para incorporarlo en su ecuación creativa? Creo que esto ayudaría a mejorar la expresión corporal y verbal y a entender cómo crear una conexión con el público.

Por último, y en cuanto a la salud física y mental, los que saben, dicen que el arte tiene un efecto terapéutico. Sin duda estimula áreas del cerebro relacionadas con el placer, la recompensa, la memoria o la atención, áreas que liberan neurotransmisores como la dopamina, la serotonina o la endorfina, que producen sensaciones de bienestar, felicidad o relajación. Soy un firme creyente de que las neurociencias se incluyan en los estudios de artes escénicas como una materia interdisciplinar, algo que se conseguirá entendiendo su importancia y la necesidad de que, como me gusta decir, un arte tan antiguo no quede anticuado.

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