Y no es coña

Pasando página

Con el frescor relativo de la mañana del último domingo de agosto de 2022, caminando camino de la estación de autobuses de Ciudad Rodrigo, sentí de manera evidente lo que debe el despertar de los habitantes de la antigua Miróbriga, cuando su Feria de Teatro ha pasado. Cuando vuelve a ser una bella ciudad turística, historiada en su centro en cada esquina, pendiente del quehacer cotidiano y, en estos momentos, preparando la vuelta a la normalidad, la vuelta al colegio, el retorno de las vacaciones y ese etcétera que puede provocar hasta un síndrome.
Porque se ha celebrado la feria número veinticinco, y todavía puedo recordar vagamente sus primeras ediciones, las iniciativas que se iban promoviendo, la dificultad para encajar en la agenda de los programadores y otros agentes del entramado profesional teatral en estas fecha a final de agosto. Lo cierto es que la organización está muy bien estructurada, la atención es amigable, la programación presentada en esta efemérides ha sido de alto nivel, la convocatoria a los profesionales de la gestión y la creación, amplia, con la consolidación de espacios y de programas que fueron un invento en sus inicios y que hoy son una seña de identidad. Todo funcionó con solvencia. Incluso una tormenta causó daños menores en el calendario de actuaciones, en una programación muy exigente debido a la cantidad de actos y actuaciones que parecía imposible de seguir por un ser humano medio, por mucho interés que tuviera.
Antes que se me olvide, un reproche: cuando faltaban dos actuaciones, un acto multitudinario de despedida, ya dieron cifras de asistencia, además redondeada, treinta mil, y sentí, una vez más, que eso no significa nada, absolutamente nada, que es un lenguaje perverso, equivocado, entre otras cosas porque el éxito de la Feria está por encima de ese dato aleatorio, que quizás contente a patrocinadores y políticos despistados, pero que solamente hay que estar en el centro de la ciudad, acudir a restaurantes, presenciar los actos abiertos, las colas en los teatros, para comprender que en estos veinticinco años, el auténtico éxito, es que la ciudadanía siente la feria como algo suyo, diría yo que con matices identitarios, y así se nota cuando lo expresan con orgullo a turistas despistados.
Cuando uno está en teatro lleno a rebosar, rodeado de ciudadanos, de públicos no profesionales, nota que las funciones transcurren de manera mucho más fluida, que la respuesta en el patio es sincera, no mediatizada por intereses de ningún tipo, y eso, para esta feria, se le debe apuntar en sus grandes éxitos. Lo mismo que la existencia desde hace dieciocho años de una Asociación de Espectadores que da los premios cada año le dota de una conexión con la realidad social, con esos entes difusos en general en la visualización de la relación entre escenario y platea, entre creadores y públicos, algo que es de una importancia superior a la retórica que podamos utilizar en las loas.
Lleva varios años que por diversas circunstancias no acudía a esta cita mirobrigense y además de lo ya mencionado de absoluta consolidación del proyecto de la feria, he notado algo que forma parte del desastre común, la gentrificación, su centro histórico de un valor incuestionable por su arquitectura y tantas otras cuestiones está hoy pensado para lo circunstancial, el viajero, el visitante y eso significa que, por ejemplo, no hay una frutería, ni un lugar donde hacer las compras, lo que significa que ya es algo semejante a un parque temático. Cuestión que seguro desde la economía urgente lo consideraran magnífico, pero que le quita vida real, pulsión de esperanzas, asunto muy difícil de poner en valor. Lo cierto es que hay más hoteles y más lugares de restauración, y uno que tiene una misión subsidiaria en este mundo de la farándula como es la I+D en alimentación, doy fe del descubrimiento de dos restaurantes de un buen nivel y que no basan su carta en la chacinería ni los tópicos. Por privado os doy los datos.
Una edición de gran nivel, como siempre las propuestas de programación que parten de una servidumbre institucional al deber procurar un porcentaje de espectáculo de Castilla y León, además de las colaboraciones muy bien ensambladas con Portugal y Extremadura, y hay que elegir sobre lo existente. El Teatro, como la Vida, es efímero y cargado de variables. Así se ha demostrado. Yo están trabajando en la edición número veintiséis, que es tan importante o más que la que acabamos de despedir. Pasamos página.

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