Críticas de espectáculos

Station Kautschuk; No time for Wasa/Trava (Berlín)

La móvil quietud
Obras: Station Kautschuk; No time for Wasa
Autoras e intérpretes: Anna Jankowska, Heini Nukari
Vestuario: Antje Schweder
Iluminación: Andreas Harder
Dirección: Anna Jankowska, Heini Nukari
Producción: Trava (Berlín)
La Fundición –Deustua- 26-01-03
Dos piezas en el programa, un unipersonal interpretado y dirigido por Heini Nukari, y un dúo con las dos creadoras en su gestación, coreografía y dirección. Un mismo estilo, una suerte de lenguaje de síntesis entre occidente y oriente, desde la más imperceptible movilidad de una quietud inquietante, hasta las técnicas más cartesianas de movimientos profundos y de explosión de energía que van configurando un mundo muy especial, en donde es importante la figura de las dos bailarinas, son sus cabezas rapadas, el uso de unos elementos cotidianos que se transforman en objetos cargados de significantes, pasando por una iluminación que va conformando un espacio visual único, que da forma, profundidad, colorido a los movimientos convulsos o a la quietud mineral.
En el unipersonal «Station Kautschuk» se encuentran los signos más depurados. Es un ejercicio de estilo, casi una declaración de principios. En la pieza conjunta se ven esos mismos rasgos, aunque se incorporan el sentido del humor, la desdramatización, la ruptura del ritual para acabar en pasos más asumibles. En ambos destaca el gran trabajo de expresión corporal proveniente de un dominio absoluto de todos los músculos, que llega a expresiones de voz impresionante, una voz que surge como un extensión corporal, física, que predispone a un acercamiento a las claves interpretativas, donde parece partir de un misticismo que rápidamente se convierte en una forma estética de expresión, una búsqueda incipiente, que consigue en muchos momentos esos detalles que abocan al optimismo porque se ve el talento y el compromiso con el lenguaje elegido, adecuando las técnicas a conseguir convertirlo en un arte comunicativo que mantiene sus valores en las imágenes que van recreando unas historias donde parece sonar el quejido sordo de una soledad quieta, pero movida por las sensaciones.
Carlos GIL

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