Un cerebro compartido

Teatro – censura – neurociencia

El teatro está vivo. Es ese cuadrilátero inmortal donde debatir, reflexionar y sondear las profundidades humanas a base de golpes que sacuden nuestra percepción. Sin embargo, a lo largo de la historia, la ignorancia y el miedo de algunos han hecho que este cuadrilátero sea un cuarto cerrado con ventanas enrejadas que maleduca sociedades limitando la libre expresión y la creatividad. Desgraciadamente no hablo de historia lejana, hablo del presente ¿Cómo responde el cerebro ante la censura y cómo impactar en la experiencia teatral, la empatía y la apreciación artística?

Lo que está claro es que el teatro es importante para el desarrollo cerebral al ser una vía única para experimentar de manera multisensorial (percepción visual, auditiva y emocional) Ver accionar a intérpretes sobre el escenario activa áreas cerebrales asociadas a la acción, neuronas espejo, así como a las asociadas al reconocimiento facial y a la interpretación de las emociones, convirtiéndose en un recurso esencial para la generación de la empatía y la conexión entre espectadores e intérpretes. No olvidemos que el teatro activa el sistema de recompensa cerebral que secreta dopamina cuando se aprecian elementos artísticos, como la creatividad y la habilidad actoral. Pues es así de sencillo: la censura que imponen los necios, restringiendo ciertos contenidos teatrales, puede limitar la exposición del cerebro a estas experiencias enriquecedoras. En fin, no es nuevo, hay quien piensa que, o se exhibe a mi manera o cierro el grifo.

¿Qué puede pasar? ¿Vamos a llega a autocensurarnos temerosos de perder trabajo si exploramos temas controvertidos o desafiamos las normas establecidas para hacerlo? Desde el punto de vista de las neurociencias, esta situación se relaciona con la inhibición de las áreas del cerebro asociadas con la creatividad, como el lóbulo frontal y el uso limitado de las redes neuronales implicadas en la generación de ideas originales. Si nos autoimponemos una libertad creativa constreñida a los márgenes de los dictámenes de inteligencias pobres, la esencia del teatro se diluye, se hunde y el público dejará de asistir. La cultura se resiente. La sociedad se empobrece porque este espacio mágico que debe ser pista de despegue y no cárcel, tiene el poder de evocar emociones que desencadenen respuestas mediante la liberación de neurotransmisores que nos definen como personas libres, no sometidas. Una situación que limite la presentación y representación de emociones lleva sin duda a una reducción en la activación emocional de intérpretes y espectadores disminuyendo el impacto emocional de ese santuario llamado teatro.

La censura también tiene efectos sobre la percepción y el pensamiento crítico. Una obra teatral presenta situaciones complejas y morales que invitan a la audiencia a reflexionar y a analizar puntos de vista posiblemente distintos a los que tenga el receptor y si, por circunstancias de la vida, hay quien decreta que esa es demasiada libertad y qué barbaridad están tratando de contar de esta manera si se puede contar de esta otra, si hay individuos con la poca vergüenza de poder restringir contenidos o perspectivas, limitando la diversidad de ideas, lo que hacen es limitar la capacidad del cerebro para ejercitar el pensamiento crítico y analítico apagando nuestra actividad en las regiones responsables de la toma de decisiones y el razonamiento lógico. Vaya, nos hace tan tontos como el que censura.

Señores censores (dudo que lean esto, pero en fin), el teatro es una plataforma de crecimiento, de libertad, de exploración de temas sociales, políticos y/o de lo que sea que utilizamos para aprender, comprender y enriquecernos (hablo de experiencia, no de dinero) La censura con la que buscan confinar el aprendizaje social y la adquisición de conocimientos no es sino un revulsivo para los creadores. El aprendizaje social se basa en la activación de áreas cerebrales que procesan la información sobre las acciones y las intenciones de los demás ¿Es eso lo que tratan de evitar? No solo es grave lo que está pasando con las censuras, desprogramaciones y demás, es alarmante porque se ha abierto la puerta a un espacio donde se nos pretende adoctrinar sobre lo que es bueno y lo que no ¿Libertad? Si se nos restringe la libertad artística, se está ocultando la presentación de realidades sobre escenarios y la representación de estas en la mente de espectadores privándolos de la oportunidad de experimentar la riqueza de la experiencia teatral. Déjenles a los creadores la libertad de expresión, tarea esencial para estimular la mente, la empatía y el diálogo social. Y, si por circunstancias equis no lo hacen, sencillamente no vayan al teatro y déjennos en paz.

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