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Peter Brook, ciclo completo

Terminó su periplo en la tierra y con el brío con el que acometía sus proyectos tal vez ahora descubra otros horizontes, aquellos que en cada una de sus realizaciones buscó, ya sea en teatro, en ópera, en cine, en sus escritos teóricos y autobiográficos, o en sus cursos en donde trataba que cada participante descubriera lo mejor de sí mismo. La vida de Peter Brook es ejemplar desde sus inicios en Inglaterra, hasta su final en París.
A los 97 años, pocas semanas antes de partir, todavía realizó su Proyecto La Tempestad experiencia escénica viva basada en la obra de Shakespeare; así aparece Brook como un Prospero de la escena, mago y creador que busca los secretos íntimos del ser. Y lo hizo con un profundo amor por la última verdad de la palabra.
Como director de escena Peter Brook fue un catalizador de diferentes teorías teatrales que dominaron el siglo XX. Burlón, sarcástico, dueño de un distanciamiento sin propaganda política, al utilizar a Brecht; magnífico en las ceremonias y el ritual del teatro al seguir a Artaud y su misterioso acercamiento al teatro. Y por supuesto que su trabajo con actores le debe mucho a Stanislavski y sus lecciones para la escena. Pero siempre con un sello propio, una fórmula y un estilo personal.
También fue un puente entre la cultura oriental y el teatro europeo, culminando con su máxima creación teatral El Mahabarata, clásico de la cultura de la India, ciclo de tres obras que duraba nueve horas en su versión integral y que durante su creación en Aviñón era presentado algunos días en forma ininterrumpida desde las 10 de la noche, hasta las seis de la mañana de otro día, experiencia única.
Terminado su ciclo en Inglaterra con una memorable puesta en escena de Marat-Sade de Peter Weiss, en Francia descubre su lugar de trabajo, el teatro de Bouffes du Nord, sitio de sus últimas aventuras y hallazgos, fuente de inspiración para su teoría del Teatro Vacío, porque ahí como un mago que presenta sus manos limpias, creaba mundos de la nada, verdadero demiurgo que daba vida a objetos que salían para intervenir, nunca para adornar.
Y sin embargo Brook siempre se vio como un artesano de la escena, nunca se presentó como un renovador o un dueño de teorías extremas; como Brecht siempre trabajó para el público y entendió que el teatro era un instrumento primero que nada de diversión, que a los profesionales convenía hacerlo lo más complejo posible, pero siempre para el público.
Nunca quiso ser jefe de compañía, y cuando vio que sus actores tenían una cierta dependencia a su persona, les otorgó algo muy importante, la libertad. Disolvió su magnífico grupo para que todos se renovaran, como quien abre las puertas de una jaula para que los pájaros vuelen en busca de su destino. Trabajo y creación hasta el final, hasta su profético Proyecto La Tempestad, final de un ciclo en el que el mismo se otorgó la libertad. Y ahí lo observo, en ese vuelo único que lo libera a los 97 años.
Buen viaje maestro.

París, julio de 2022

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