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AveLina Pérez en Segunda mano. Estado aceptable

Será el humor lo que nos salvará? Hay quien piensa que es el dinero. Con él podemos conseguir casi todo excepto la salvación. Se compra. Se vende. Se busca. Se ofrece. Verbos sin los cuales casi no podemos comprender la sociedad actual, sobre todo la que va tirando. Y luego también está la soledad. Ese lugar del que mucha gente huye. No toda.

Y el humor. El humor hay que compartirlo. Es una manera de ver y compartir. Es una emisión, una radiación salvífica. En los escenarios tiene mucho tirón la comedia, los monólogos cómicos, incluso el chiste. Lo difícil es encontrar un humor fuera de los cánones de eso que nos congratula y nos hace salir del teatro genial. El humor de Thomas Bernhard, por ejemplo, es como una sacudida. Su mala hostia a mí me reconforta, me ayuda a seguir yendo al revés, a la contra. Ese humor que le grita al emperador: ¡vas desnudo, panoli! ¡Ese traje es una impostura!

AveLina Pérez es una de esas creadoras escénicas que comparten un humor sin parangón. Este fin de semana del 9 de junio ha estrenado ‘Segunda man. Estado aceptable’ (Segunda mano. Estado aceptable) en el Teatro Ensalle de Vigo. He ido a verla el domingo 11 y me he encontrado con un espacio en el que entra la ciudad, las calles del centro histórico de Vigo y de Compostela, a través del vídeo. La grabación audiovisual nos muestra el paisaje humano urbano, en el que vivimos, como un campo o laboratorio de observación. Hay detalles que la dramaturgia introduce en ese paisaje, a modo de folios con anuncios, pegados en una pared o en la llanta de la rueda de un coche. Anuncios como el del título del espectáculo, pero llevados al humor irónico, sarcástico: “Se vende hígado de persona en plena juventud… 1285€. Se requiere pago en mano”; alguien que paga bien por alquilar un piso en un edificio que no acepte mascotas ni niños, un piso que sea interior y no tenga vistas. Las “ofertas irrechazables” que podemos encontrar en el mayor buscador de internet esconden la desesperación de la esperanza, esa que nunca se pierde. Y así, AveLina, micrófono en mano va diciendo un texto afilado que nos tuerce la sonrisa en la cara, porque detrás está nuestra parte más vulnerable, incluso la más miserable, la que visten todas esas transacciones y actitudes que nos abocan a algo que no acaba de encajar.

Los platos Duralex vintage que apila en el suelo, en diferentes disposiciones, que hace sonar, nos pueden llevar a muchos lugares alejados del lujo y la opulencia. También las pelotas de plástico de colores o los balones de playa, en contraste con el negro del escenario desnudo, nos remiten a ausencias y a recreos ingenuos. La performance y los pocos elementos que utiliza, afilados por la luz de Pedro Fresneda, no pertenecen a una poesía visual ni cinética estándar o de lo bonito, sino a una poesía que camina por el filo de figuras retóricas aplicadas a lo escénico, sin apoltronarse ni apoyarse en ellas. Es una poesía visual y cinética que, con la palabra, el vídeo que tiene mucha presencia aquí, y la música en algunos momentos, con temas muy escogidos y populares, resulta liminar y silvestre, como las flores que salen en las cunetas o en los resquicios del cemento.

Apoyada en la pared nos lee textos con algunas palabras enfermas que no se entienden, aunque los párrafos nos lleguen como algo tierno y descarnado a la vez. Cercano al patetismo y desde el humor, AveLina nos saca de nuestro lugar habitual y nos produce un asombro que nunca es efectismo espectacular ni cadencia perfecta o chimpún. Nos engancha, o podemos engancharnos, de alguno de los estribillos de su dicción, como frases que nos hacen resonar. Como aquella frase que nos decían: “Si ves que todos se tiran por un puente, ¿vas y te tiras tú?” y que ella confronta con la época actual, adaptándola irónicamente: “Si todos se tiran por un puente, ¿por qué no te vas a tirar tú?”

No hay escenas. Las escenas nos las cuenta, como la de la señora que se va de safari a África, quizás siguiendo una “oferta irrechazable”, quizás huyendo de la soledad. Esa señora que es examinada con pelos y señales, tal como nos (auto)examinamos, siempre en confrontación con los criterios de evaluación del contexto en el que somos. Esas calles, esas gentes, estos paisajes urbanos, esta época. Con AveLina no hay escapatoria, pero el humor nos despierta, nos engancha.

Quizás ésta es una AveLina menos espectacular que en las anteriores obras que yo le he visto, que se afinca escénicamente en lo mínimo, desnuda de efectos teatrales, más orientada hacia lo que nos dice y todo lo que eso puede implicar. Ella es la pieza, su mirada es la pieza. Una mirada que se desdobla principalmente en dos vías que se interceptan: la de la grabación audiovisual de la vida en las calles céntricas de Vigo y Compostela y la de la palabra con la que fabula escenas, que comienzan pareciendo historias reales y acaban derivando en situaciones absurdas que, mediante el humor, sacuden el mundo. Éste en el que “Se vende”, “Se busca”, “Se ofrece”.

‘Segunda mano. Estado aceptable’ es mucho. Ahí estamos muchas personas, de segunda mano e intentándolo, lo del “estado aceptable”. Fuera de eso, Walt Disney o la perdición, que, para el caso, patata.

P.S. – Otros artículos relacionados:
“Por favor, inténtelo nuevamente más tarde. AveLina Pérez”, publicado el 20 de junio de 2021.
“A que no puedes decir cocacola. La furia de AveLina Pérez”, publicado el 28 de septiembre de 2020.
“El teatro protesta alejado de las anestéticas. AveLina Pérez”, publicado el 16 de diciembre de 2018.
“Los perros no comprenden a Kandinsky pero sí a AveLina Pérez”, publicado el 9 de julio de 2017.
“Crónica sobre un espectáculo que no he visto. Los perros, Kandinsky y Avelina Pérez”, publicado el 18 de febrero de 2017.
“Fumando (des)espero, my Honey Rose”, publicado el 3 de julio de 2016.

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